Silvana recibió a Paulina con un abrazo amistoso, y la atrevida de su amiga la besó en la boca, allí, en el pasillo del piso 19. Por suerte no había nadie a la vista. Tiró del brazo de Paulina y desaparecieron las dos dentro del departamento.
—Ay, tarada... no hagas estas cosas sin avisar, que alguien nos puede ver —dijo Silvana, entre risas.
—Y esa es la parte más divertida.
Paulina la sujetó suavemente por la nuca y esta vez le dio un beso cargado de pasión. En la mente de Silvana se activó el mismo interruptor que aquella noche de besos lésbicos en la discoteca. Cerró los ojos y se dejó llevar. No podía rechazar un beso tan bueno como ese. ¿Por qué su novio no la besaba así?
—Me encantaron las fotos que me mandaste —dijo Paulina, mirándola a los ojos—. Cumpliste con la consigna con la mejor nota. Te sacaste fotos con el dildo en el culo... en tu oficina.
—Y en la sala de reuniones.
—Sí, eso fue tremendo. No creí que te animaras a tanto.
—Fue una de las cosas más arriesgadas que hice en mi vida sexual. No sé qué hubiera pasado si alguien descubre que yo tenía el dildo en el culo. Pasé mucha vergüenza. Espero que el sacrificio valga la pena. Dijiste que me ibas a contar algo increíble.
—Sí, y eso voy a hacer; pero vamos adonde podamos hablar cómodas —Silvana la invitó a sentarse en el living—, no nena... no me estás entendiendo. Vamos a la cama.
En el dormitorio, Paulina se quitó toda la ropa. Si iban a charlar sobre un tema tan candente, lo mejor era hacerlo desnudas. Silvana accedió porque ya no le importaba en lo más mínimo mostrarle la concha a Paulina. Recordó a Malik hablando sobre el nudismo. Estaba comenzando a entender la filosofía del senegalés.
Se acostaron y Paulina no perdió el tiempo. Empezó a chupar la teta derecha de Silvana al mismo tiempo que le acariciaba la concha.
—Epa... andás mimosa.
—Vos me ponés mimosa —le metió dos dedos.
—Ay, Paulina —Silvana soltó una risita—. Voy a terminar pensando que estás caliente conmigo... o que te gustan las mujeres.
—¿Y habría algún problema con eso?
—No, em... pero... vos dijiste que...
—Olvidate de todo lo que dije. Estaba equivocada. Me dejé llevar por prejuicios absurdos —la besó la boca y aceleró el ritmo de la masturbación—. Soy un poquito lesbiana, lo reconozco. Y me gusta. Me calienta. Vos me calentás. Sos la mujer más hermosa que vi en mi vida. No sabés las pajas que me hice mirando tus fotos y videos. Me muero de ganas de coger con vos.
—Emm... gracias, lo tomo como un halago; pero... yo tengo novio. Puedo tolerar ciertos jueguitos. La infidelidad es otro tema... ay... Paulina.
Pasó muy rápido. No le dio tiempo a nada. Su amiga bajó hasta poner la cabeza entre sus piernas y se lanzó a comerle la concha. Silvana arqueó la espalda y agarró a Paulina de la cabeza, pegándola más a su sexo. Fue instintivo. Las lamidas fueron tan efectivas que ni siquiera pensó si eso contaba como infidelidad o no. Para colmo esa putita empezó a jugar con su culo, le metió un dedo mientras le chupaba el clítoris y la hizo delirar de placer. Después a ese dedo le siguió otro y la masturbación fue principalmente anal. Las lamidas sí se centraban en el área de la vagina.
—Te quiero meter el dildo en el culo —dijo Paulina.
—Está en el cajón de la mesita de luz. También hay lubricante.
«No lo dudaste ni un poquito, puta. ¿Qué mierda te pasa?». No sabía lo que le pasaba. La simple idea de que su nueva amiga invadiera su culo con un dilo le pareció fascinante.
ESTÁS LEYENDO
Mi Vecino Superdotado
Aktuelle LiteraturSilvana vive sola, tiene novio y ama la rutina. Tiene control sobre su vida hasta que el senegalés Malik se muda al depto contiguo. Ella descubrirá que la vida sexual de Malik es muy activa y los ruidos no la dejarán en paz.