04. Silvio y Dalina.

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Renzo abrazó a Silvana, la besó en la boca y aprovechó para estrujarle las nalgas con dedos torpes y ansiosos.

—Estás muy linda, amor —le dijo mientras besaba la comisura de sus labios. Silvana tenía puesta una blusa bordó de cuello de barco y un pantalón negro sencillo, pero elegante. Además se había puesto tacos, aunque no muy altos, para que Renzo no pareciera un enano. Suficientes complejos ya tenía él con ser ligeramente más bajo que su novia—. ¿Se debe a algo en especial?

—Sí, hoy es la cena con Dalina y Silvio... y por lo visto vos ni siquiera te acordaste.

—¿Es hoy? —Renzo retrocedió un paso, asustado. Sabía cómo se ponía su novia cuando él no cumplía con estas citas previas, en especial cuando se la recordó en varias ocasiones—. Creí que era mañana.

—Es hoy, y vos estás vestido como un croto, mirá lo que es esa remera. Está toda manchada y agujereada.

—Perdón, es que... me puse lo primero que encontré.

—Al menos podrías haberte puesto algo que esté limpio. Tenés lavarropa automático, Renzo. No tenés excusa.

—Ah... es que... se me terminó el jabón en polvo, y me olvidé de comprar.

Silvana sopló hacia arriba, para quitarse el pelo de la cara y puso los ojos en blanco. Podría haber comenzado una discusión; pero no tenía ganas de hacerlo, además ya se había preparado mentalmente para esta situación. Conocía muy bien a Renzo, sabía que esto podía pasar.

—Por suerte —dijo—, tengo guardada ropa tuya para estas ocasiones, porque sé que sos un colgado. Andá, date un baño rápido y ponete una camisa limpia. Hay un pantalón de gabardina negro que te queda muy bien.

—¿Me tengo que bañar? —Preguntó Renzo mientras olfateaba sus propias axilas.

—Sí, boludo... andá a bañarte. Ya. Y no pierdas más el tiempo. Y la próxima vez no te olvides de comprar jabón en polvo.

Veinte minutos más tarde ya estaban saliendo del departamento. Silvana estaba tranquila porque llegar al destino requería tan solo de unos pocos pasos. Dalina y Silvio viven en el mismo piso que ella, su puerta está ubicada justo frente a la de Malik.

Los recibió la misma Dalina, con una amplia sonrisa. Una mujer de largo cabello negro y lacio, cejas angulosas y sensuales, labios turgentes, pechos redondos y firmes, de buen tamaño, que hoy asomaban por el escote de su blusa de forma poco sutil. Además tenía puesto un pantalón blanco extremadamente ajustado y botas negras, para estilizar su figura. Cuando se dio la vuelta, para dejarlos entrar, tanto Silvana como Renzo (en especial Renzo) pudieron notar el efecto que causaba ese pantalón en las nalgas de Dalina. Renzo se quedó boquiabierto al ver ese culo monumental, su reacción fue tan obvia y aparatosa que Silvana tuvo que darle un rápido codazo en las costillas.

Silvio se acercó para estrechar la mano de Renzo y luego dio un cordial beso en la mejilla de Silvana. Se trataba de un hombre muy pulcro, alto, de buen porte físico. Tenía el cabello prolijamente recortado y siempre iba perfectamente afeitado. Silvana no podía recordar si alguna vez lo había visto con barba de unos días. Silvio era un hombre educado, inteligente, de buenas maneras... Silvana no pudo evitar sentir un poco de envidia por Dalina. Su vecina tenía un novio que podía presentar con orgullo, no como el mamarracho que ella traía colgado del brazo. Y sí, Renzo era un chico lindo, muchas mujeres le sonreían al verlo pasar. Sin embargo... era demasiado descuidado con su apariencia y con su vida en general.

Lo que más le gustó a Silvana de Renzo, cuando lo conoció, es que le recordó un poco a Kurt Cobain, aunque con pelo castaño. Ese aspecto rebelde le gustó en su momento, le resultaba excitante salir con un chico que parecía ser algo... peligroso. Pero con el tiempo descubrió que Renzo es menos peligroso que un cachorrito lactante y que no tiene el carisma (ni el talento) de Kurt Cobain, solo su forma desfachatada de vestir.

Mi Vecino SuperdotadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora