08. Irrupción Nocturna.

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Durante el segundo día de "vacaciones por enfermedad" Silvana le pidió a Renzo que la visitara. Le gustó pasar el día con su novio, tuvieron sexo y todo. Aunque el sexo duró apenas unos minutos y no fue tan satisfactorio como Silvana esperaba, al menos le sirvió para alejar de su mente el recuerdo de los juguetes anales que se escondían en el último cajón de la cómoda.

Si bien la visita de Renzo fue prácticamente rutinaria, a Silvana le gustó tener a alguien que le hiciera compañía. Se lamentó de no poder contarle sobre las andanzas de Paulina, incluso tuvo que luchar contra la tentación de mostrarle las fotos porno que ella le había pasado. No tenía miedo a la reacción que pudiera tener Renzo, ella estaba convencida de que a él le encantaría comentar imágenes porno con su novia. Tiempo atrás ya le había propuesto esa idea (de ver porno juntos) y Silvana la rechazó. Hoy se sentía medio tonta por haber rechazado eso, podría haber sido una buena forma de conocerse mejor, de saber más a fondo qué es lo que le gusta al otro. Pero los prejuicios sociales la hicieron retroceder: "¿Por qué mi novio tiene que mirar fotos porno de otra mujer? ¿Acaso yo no soy suficiente?".

Paulina fue quien, sin darse cuenta, la ayudó a cambiar de opinión al respecto. Esa charla sobre sexo tan franca, tan sincera, tan directa había causado un potente impacto en Silvana y se moría de ganas por replicarla. Con su novio, claro... no con Osvaldo.

Aunque... no podía negar que la visita de Osvaldo había sido... interesante. Humillante, sí; pero... no estaba tan lejos de lo que ella quería lograr con Renzo.

La próxima vez que viera a Paulina le preguntaría si podía compartir esas fotos con su novio, porque no quería vulnerar la confianza que esa chica había depositado en ella.

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Silvana se sorprendió al ver cuánto esfuerzo tenía que hacer para no tocar el timbre de Malik y pedirle que, por favor, dejara de hacer ruido. Sabía que podía usar la excusa de "mañana tengo que trabajar"; pero esta vez sería mentira.

Aún así, quería dormir... y ese era motivo suficiente para pedirle a su vecino que deje de meterle la pija a esa putita tan fuerte, porque la putita no para de gritar... y si la putita no deja de gritar, ella no puede dormir.

Sin embargo en esta ocasión prefirió jugar la carta de "buena vecina" y aguantar hasta que el ruido cesara. Algún día podría usar eso a su favor: "Esa noche hiciste mucho ruido y yo no dije nada".

Esperó y esperó, mirando siempre hacia el cielo raso en penumbra. La tenue luz que entraba al cuarto provenía de la luna y del alumbrado público. A Silvana le gusta dormir con el gran ventanal que da a su balcón completamente abierto, en especial cuando hace calor, porque puede dejar que el aire fresco de la noche ventile su habitación. También le da un poquito de morbo estar completamente desnuda y con la ventana abierta, como si estuviera enseñando su cuerpo al mundo; pero sin mostrar nada. Está segura de que no hay ningún edificio lo suficientemente cerca como para que la espíen mientras duerme.

Pajearse con la ventana abierta también le acelera el pulso de forma increíble y aguantó todo lo que pudo sin tocarse. El traqueteo y los gemidos femeninos terminaron por subirle la temperatura y no tuvo más alternativa que comenzar a masturbarse. Una vez más el aburrimiento tenía mucho que ver con sus acciones, y se odió un poquito por eso.

Se abstrajo tanto con el ritmo de la masturbación que ni siquiera se dio cuenta de que los gemidos del cuarto contiguo se habían detenido.

—Hola, Silvana... ¿puedo pasar?

—Ay, la puta madre!

Saltó en la cama como un gato que ve aparecer un perro de repente. Esta vez no se asustó tanto como en la anterior, su cerebro le recordó que si alguien se materializaba en su balcón en mitad de la noche, entonces debía tratarse de Paulina. Y así era.

Mi Vecino SuperdotadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora