11. Celos y Cuernos.

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Se podría decir que era una noche normal, porque escuchar el traqueteo sexual proveniente del departamento de Malik, ya se había convertido en una rutina para Silvana. Desde el último encuentro con Osvaldo, su cuerpo estaba sufriendo repentinos ataques de calentura que aparecían de la nada y se fortalecían ante cualquier mínima interacción sexual, ya fuera directa o indirecta. Por eso Silvana estaba aprovechando los gemidos femeninos que llegaban hasta su cuarto para condimentar una de sus (cada vez más recurrentes) pajas nocturnas.

Se estaba metiendo los dedos con los ojos cerrados, mientras imaginaba que un hombre se la cogía. Intentaba que este amante imaginario se pareciera a Renzo, aunque a veces le costaba visualizar a su novio. Quizás después de tanto tocarse quedaría agotada y se dormiría, aunque los ruidos no se detuvieran. De lo contrario se vería en la obligación de pedirle a Malik que baje un poco el volúmen.

Estaba muy concentrada en aplicar presión a su clítoris y frotarlo con movimientos convulsivos cuando escuchó un timbre a lo lejos. No era en su departamento, sino en el de Malik. Lo comprobó cuando los ruidos sexuales se detuvieron en seco.

"Esto se lo merece por escandaloso —pensó Silvana, frenando su masturbación—. Ya era hora de que alguien más se quejara".

Supuso que se trataría de Sonia, creía a la única capaz de levantarse a esta hora para plantearle una queja a un vecino. Aunque también podría ser alguien del piso de abajo, o del de arriba. Porque el traqueteo retumbaba contra las paredes, debía oírse en varios pisos.

Silvana escuchó la voz distante de Malik... y no sonaba calmada, lo cual le resultó muy extraño. Por lo general el senegalés se mantenía muy calmado, admitía su parte de la culpa y pedía perdón. Nunca lo había escuchado discutir con nadie.

Acomodó un poco su sencilla (pero pequeña) tanga blanca, se puso una remera sin mangas exageradamente apretada y escotada. Ni siquiera se miró al espejo, por eso no se percató de lo mucho que se marcaban sus pezones. Incluso se transparentaban un poco.

Abrió la puerta de entrada y asomó su cabeza por el pasillo para ver con quién discutía Malik. No se trataba de Sonia. Era un hombre. A Silvana le llevó un rato identificarlo, porque lo vio prácticamente de espaldas. Se trataba de Silvio, el novio (o marido) de su vecina Dalina.

—Sé que está ahí adentro —decía Silvio, señalando hacia el departamento del senegalés—. Mientras más lo niegues, más me convenzo de que esa hija de puta está ahí.

—No sé de qué mierda me hablás, flaco —a Silvana le pareció gracioso que Malik empleara una forma de hablar tan argentina, aunque con un ligero acento extranjero—. Estoy con una mina que ni siquiera conocés.

—Entonces que salga, para que pueda verla...

—¿Por qué? ¿Acaso sos policía?

—Ya te lo dije —insistió Silvio—. Si me llego a enterar que Dalina está ahí dentro, se va a armar tremendo quilombo... y ahí sí va a venir la policía. Y ya sabemos quién va a terminar peor de los dos.

—A mí no me amenaces —Malik lo señaló con el dedo.

El senegalés estaba completamente desnudo, y aunque se cubría con la puerta, se podía ver parte de su privilegiado miembro asomando.

—Em... ¿qué pasa? —Preguntó Silvana, saliendo al pasillo. Lo hizo porque creyó que su presencia calmaría un poco el ambiente; pero solo logró que Silvio se la quedara mirando boquiabierto. El tipo ni siquiera disimuló a la hora de hacerle un escaneo completo de todo el cuerpo.

—Lo que pasa —dijo Silvio, casi tartamudeando—, es que la hija de puta de Dalina me está metiendo los cuernos con este negro de mierda.

—Cuidado con las palabras que usás —advirtió Malik con una voz grave tan calmada que sonó amenazante—. La próxima vez que me digas así, te rompo la cara—. Silvio retrocedió un paso sabiendo que había llegado demasiado lejos.

Mi Vecino SuperdotadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora