16. Cruzando el Límite.

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No tenía idea de por qué Renzo se estaba tomando este asunto con tanta calma. Quizás era un mecanismo de defensa, antes de estallar en llanto. Tal vez la mente de su novio, detrás de esa sonrisa, se estaba rompiendo en mil pedazos. Eso la preocupaba y la voz de su conciencia le decía: «Tenés que parar, Silvana. Ya fuiste demasiado lejos. Renzo no merece este maltrato». Pero no podía detenerse. Su voluntad no era tan fuerte. Las sensaciones que le producía contarle todo esto a su novio eran embriagadoras, adictivas. Quería más, aunque esto pudiera costarle la relación.

Tenía el corazón acelerado, como cuando encontraba el ritmo perfecto al trotar, donde ya ni siquiera sentía el esfuerzo. Corría con el viento. Y una vez que encontraba ese ritmo, no podía parar hasta que las piernas empezaban a dolerle, hasta que sus pulmones ya no podían cambiar el aire. Necesitaba llegar al límite.

Y con su novio haría lo mismo.

El sexo conyugal fue tan soso y aburrido que hasta el propio Renzo se dio cuenta... y él nunca se da cuenta de nada. No podía dejar de pensar en la imponente verga de Malik y su novia siendo sometida. Y aún así no podía sentir odio ni rencor, sino respeto hacia Malik. ¿Por qué? ¿Por qué le pasaba esto? ¿Por qué no era capaz de enojarse con el senegalés? No importa el motivo de las fotos, la verga del negro había estado dentro de la concha de su novia. Y por más que ella jurase que le dolía y que no le agradaba... sigue siendo una verga. Y sabe que Silvana le gusta el sexo, al menos un poquito.

En ese momento recordó a una rubia de su barrio que tenía fama de "gato barato". La chica cogió con él y Renzo se lo contó a sus amigos. Ellos le preguntaron, como una obviedad, si lo había disfrutado. Porque la rubia era muy bonita. Y él les dijo la verdad: «No me gustó. No la pasé bien». Sus amigos no lo podían creer. No comprendían cómo a Renzo no le había gustado coger con semejante mujer. Él sí lo sabía. No le gustó por la fama de puta de la rubia. Pensó que coger con ella era como ponerse un preservativo usado por otro.

Y ahí entendió a Silvana. También a Malik.

Confía en su novia y toma todo lo que ella le dice como la verdad absoluta. Si ella asegura que la verga del negro no la calienta ni un poquito, por su gran tamaño, entonces debe ser verdad (o quizás prefiere que sea verdad).

También puede entender que Malik no sea un baboso que se calienta con cualquier mujer que ve. Renzo, por su gran atractivo, tuvo muchas amantes... y varias no le trajeron ni un poquito de satisfacción. Con el tiempo dejó de ver a las mujeres como meros objetos sexuales. A Silvana la quiere y la respeta más allá de su atractivo físico. Malik tiene tantas amantes que sumar una más no le cambiaría nada. Si hay un solo hombre capaz de meterle la verga a Silvana y no sentir nada, ese es Malik. Así lo creyó (o quiso creer) Renzo.

Así debía ser. Porque cualquier otra realidad sería demasiado dolorosa de afrontar.

Y como quien ignora las evidencias de una tierra esférica, Renzo prefirió sumergirse en el mundo que su novia pintó para él. Reconocer que estaba equivocado al confiar en Silvana le destruiría el alma. Lo aceptó, porque eso era lo mejor para su salud mental.

—Contame qué más pasó con Malik, amor.

—¿De verdad no te molesta ni un poquito?

Un poquito sí le molestaba. Un poquito bastante. Porque la anestesia cerebral todavía no había hecho efecto del todo.

—No, amor. No me molesta para nada —dijo con una amplia sonrisa—. Lo que sí me molestaría es que no me cuentes todo. Quedarme con la incertidumbre sería muy molesto.

Silvana no entendía lo que es capaz de hacer la mente humana cuando necesita protegerse. Aunque sí entendía eso de la incertidumbre. Le pasó aquella vez que vio a Renzo paseando con una chica muy bonita por un shopping. Tuvo una noche horrible imaginando todo lo que habrían hecho juntos. Y eso fue lo que más dolió: no saber qué habían hecho exactamente. ¿La chica le habría entregado el culo? ¿Y por eso la preferiría a ella?

Mi Vecino SuperdotadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora