Hubo dos momentos en la vida en los que Silvana tuvo que hacerle frente a la depresión. El primero fue cuando entendió que ya había llegado a un límite en sus aventuras sexuales, porque ya se estaba comportando como una adicta. Cogía mecánicamente casi todos los días, solo porque le resultaba muy fácil conseguir un amante. Renzo la ayudó a superar esa depresión, aunque él no lo sepa. El segundo momento es este. Perdió a su novio, arruinó un matrimonio, quedó expuesta como una puta en redes y, lo que más la acomplejaba: fue humillada por Vanina Marchetti.
A pesar de esto, quiso mantenerse positiva (porque no le quedaba otra alternativa). «Si ya toqué fondo —se dijo—, ahora solo queda ir para arriba». «No sirve de nada lamentarse, tengo que trabajar en mejorar mi vida».
Lo primero que hizo, para recuperar un poco el buen humor, fue salir a correr por el parque Rivadavia. Eso activó su cuerpo y aceleró sus pulsaciones. Cuando volvió a su casa, ya con más confianza, le mandó un mensaje a Renzo:
«Me mandé muchas cagadas. Lo sé. Soy una pelotuda. Pero te quiero mucho. Si todavía no querés tirar esta relación a la basura, deberíamos juntarnos para charlar. Sin excusas. Admito que la culpa es mía. Te quiero pedir perdón personalmente».
Entre todas las incertidumbres que la aquejan, Silvana tiene una sola certeza: no puede recomponer su vida sin Renzo. Él fue su eje cuando tuvo que hacerle frente a su adicción al sexo y ahora lo necesita otra vez.
No recibió respuesta. Contaba con eso. Sabía que Renzo no cedería tan fácil. Por eso iría a buscarlo. Al menos con el mensaje ya anunciaba cuáles eran sus intenciones.
Llevaba tiempo sin ir a la casa de su novio. A él no le gustaba mucho. Le daba un poco de vergüenza su origen humilde. Silvana vive en un departamento de Caballito que no es un lujo, pero tiene buen nivel. En cambio Renzo vive en Flores, una zona más humilde... y su casa no es precisamente la más linda del barrio. Tampoco le gusta la forma en la que los vecinos le miran el culo y las tetas a Silvana. Y para colmo ella parece no darse cuenta de esto. Camina metida en su propio mundo sin prestar atención a las miradas lujuriosas clavadas en su anatomía.
Tocó el timbre y esperó pensando en qué le diría a su novio para romper el hielo. ¿Sería apropiado iniciar con un chiste o se lo tomaría a mal? No tuvo que responder a esa pregunta, cuando la puerta se abrió fue recibida por Yamila, la hermana de Renzo.
—¡Hey, hola! —Saludó Silvana, con una sonrisa.
—Tenés que ser muy caradura de venir hasta acá después de lo que le hiciste a mi hermano.
Recibir ese reclamo por parte de Yamila la descolocó. Su cuñada siempre fue muy tímida, de hecho ni siquiera habló con odio. Hasta había cierta cordialidad en su tono de voz, como si solamente intentara informarle de la situación. Aunque Silvana sabía que debía estar muy enojada por dentro, de otra manera no le hubiera dicho eso.
—Justamente por eso vine. Quiero hacer las paces con Renzo.
—Mi hermano no está.
—¿Sabés cuándo va a volver?
—Ni idea. Últimamente se pasa todo el día en la calle, con sus amigos.
—¿Te molesta si lo espero?
—Como quieras. Aunque no sé si va a volver. A veces se queda a dormir en la casa de uno de sus amigos.
—No importa. Le voy a mandar un mensaje...
—No te va a servir de nada. Tiene bloqueado tu número.
Eso desgarró a Silvana. No creía que el enojo de su novio hubiera llegado a tanto. Yamila la hizo pasar, le comunicó que estaba tomando sol en el patio, y hacia allá fueron. Yamila tenía puesto un pareo y la parte superior de una pequeña bikini turqueza. Su cuerpo estaba perfectamente bronceado, brillaba con la luz del sol. Antes de acostarse en una de las reposeras, se quitó el pareo, exponiendo la parte baja de la bikini. Era diminuta. A duras penas le cubría el pubis.
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Mi Vecino Superdotado
Narrativa generaleSilvana vive sola, tiene novio y ama la rutina. Tiene control sobre su vida hasta que el senegalés Malik se muda al depto contiguo. Ella descubrirá que la vida sexual de Malik es muy activa y los ruidos no la dejarán en paz.