15. Una clase con Malik.

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Tocó el timbre y esperó. No hubo respuesta. Volvió a tocarlo dos veces más hasta que la puerta se abrió.

Malik apareció imponente, su pecho torneado quedó frente a Silvana. Estaba completamente desnudo, su verga colgaba como una anaconda en reposo.

—Uy, perdón. ¿Te desperté?

—Sí, pero no pasa nada. Tendría que haberme despertado hace una hora. No me gusta dormir tanto. Siento que desperdicio mi tiempo.

—En eso somos iguales. ¿Puedo pasar?

El senegalés se apartó y cuando ella estuvo adentro cerró la puerta. Silvana comenzó a sospechar que Malik no era como el resto de los hombres. A pesar de que ella tenía puesto un short cortito y elastizado que le marcaba mucho las nalgas, él ni siquiera intentó mirarle el culo. En cambio ella miró de reojo esa gran verga negra, venosa e imponente.

—¿Te molesta que esté desnudo?

—Un poquito. Aunque no es por el motivo que te imaginás. No me molesta verte desnudo —Eso solo la hacía sentir rara—. Lo que me jode es la desigualdad de condiciones. Siento que acá la ridícula soy yo, por estar vestida. No sé, es raro... nunca me pasó esto.

—Lo entiendo. Es algo común en la gente que empieza a adentrarse en el nudismo. Si querés podés quitarte la ropa, aunque no te sientas obligada a hacerlo.

Escaneó con la vista toda la anatomía de Malik y decidió poner a prueba su hipótesis. Se quitó toda la ropa y la dejó prolijamente doblada sobre una silla cercana. Puso firme su espalda, sus tetas se inflaron de orgullo. Se sintió empoderada... y Malik pasó a su lado sin siquiera mirarla.

—¿Qué es esto? —Preguntó el senegalés, señalando una caja negra que había traído Silvana.

—Ah, vengo a devolverte tu juguete —abrió la caja y mostró el dildo de tres bolas que Malik había metido en su culo por órdenes de Paulina—. Es demasiado grande para mí, lo siento. No lo voy a usar.

—No lo puedo aceptar —Malik se sentó en la silla de la punta y apoyó el codo sobre la mesa—. Son órdenes de Paulina —mostró su brillante sonrisa.

—Paulina se lo puede meter en el orto.

—Es curioso, porque ella quiere que vos hagas eso mismo con este juguetito.

—Lo haría con todo gusto —sintió una descarga de placer al confesar eso—. Pero es imposible. No me va a entrar nunca.

—Claro que va a entrar. Solo hay que tener paciencia... y un buen lubricante.

—No, Malik. Te aseguro que no... em... me da vergüenza reconocerlo; pero vos sos un tipo muy abierto con los temas sexuales. Ya lo intenté. Te juro que lo intenté y la tercera bolita no me entra. Es demasiado grande.

—Dame un segundo —Malik desapareció en su cuarto y regresó con un pote de lubricante—. Si me permitís, te enseño como se hace.

Silvana lo miró sorprendida. En Malik no había una actitud sexual latente, casi que le recordaba a Osvaldo, aunque no por las mismas razones. Osvaldo no entiende ciertos conceptos de la sexualidad. Malik los entiende perfectamente, sin embargo parece ser capaz de dejarlos de lado a voluntad. «Tiene sentido —pensó Silvana—. Es un tipo tan acostumbrado al sexo que no se desespera por conseguirlo. Le sobran las amantes, y a mí no me ve como una de ellas». Esta conclusión la tranquilizó. Sentía que se había ganado la lotería. Un hombre que podría ayudarla en asuntos "íntimos" sin aprovecharse de ella. Sin estar viéndola como un objeto sexual.

—Me encantaría que me enseñes —dijo, con una amplia sonrisa—. Aunque insisto en que no va a entrar.

—Vos confiá en mí, Silvana.

Mi Vecino SuperdotadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora