Capítulo 29

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La mañana siguiente, Hao despertó con un brazo rodeando con fuerza su cadera y sintió como un sonrojo subió hasta su coronilla.

No era la primera vez que despertaba abrazado de su dueño, pero sí era la primera vez que el peso de aquel brazo sobre su delgado abdomen le provocaba sentir miles de palomillas revoloteando en su interior.

Una parte de su cuerpo deseaba pegar más sus espalda al pecho de su poseedor y acurrucarse en aquel acogedor calor, pero la otra parte de su cuerpo le pedía que se levantara para asearse y ponerse algunas de las prendas nuevas para que Hanbin lo viera diferente... lo viera bonito.

Nunca en su vida le había dado importancia a eso porque nunca había tenido sentido, pero ahora le importaba que Hanbin lo viera bonito.

No sabía qué significaba, pero sabía que eso era lo que quería.

Con delicadeza, Hao safó aquel brazo de su cadera y se levantó con lentitud para no despertar al mayor. El ojinegro solo se removió un poco y se volteó dormido, dándole la espalda.

Silencioso, Hao caminó hasta el armario y sacó una camisa sencilla roja y unos pantalones negros de mezclilla. Caminó hasta el baño y se dio una ducha rápida para que el sonido no despertara a Hanbin.

Con cuidado se colocó las prendas y se removió en ellas, no acostumbrado a usar ropa a la medida y nueva. Siempre sus prendas eran grandes y viejas.

Se miró al espejo y observó con lentitud sus facciones. Sus mejillas no estaban tan hundidas como antes y sus ojeras moradas habían desaparecido casi en su totalidad. Sus ojos estaban brillantes. Su piel brillaba y se veía sano.

Una sonrisa se ensanchó en sus labios al pensar en lo último y con un suspiro, salió en silencio del baño y de la habitación.

-

Un pequeño cosquilleo en la mejilla fue lo que fue despertando poco a poco a Hanbin y al abrir despacio sus ojos, vió a Hao con su rostro cerca del suyo, los dedos del menor acariciando ligeramente su mejilla, provocando aquel cosquilleo.

Hao estaba arrodillado en el piso al lado de la cama y Hanbin estaba acostado con el rostro cerca del borde de la cama.

Una sonrisa se escapó y brilló en sus labios al ver a Hao y le respondió la sonrisa con un sonrojo asomado en sus mejillas.

"Buenos días, pequeño." murmuró Hanbin y cerró sus ojos, deleitándose en las caricias que el joven esclavo aún mantenía sobre su mejilla. "¿Qué haces levantado ya?"

"Buenos días, Señor." respondió Hao y separó su mano del rostro del mayor, provocando que este abriera los ojos justo para verlo levantándose con una bandeja de manera en las manos. "Le quería traer el desayuno a la cama."

La sonrisa de Hanbin se ensanchó y se movió hasta quedar sentado en la cama, las cobijas aún cubriendo sus piernas.

"¿Me acompañarás?" preguntó Hanbin palmeando el lado vacío de su cama y el menor se sonrojó una vez más. "M-Me tomé la libertad de preparar un poco para mí y poder acompañarte..." murmuró Hao con la mirada clavada en la bandeja.

"No podría pedir mejor compañía." susurró Hanbin y el menor lo miró, sintiendo un cosquilleo en su abdomen al verlo sonriendo.

Con cuidado, el joven esclavo se sentó en su lado de la cama y colocó la bandeja frente a ambos.

Antes de que Hanbin alzara un dedo, Hao tomó la taza de café que estaba en la bandeja y se la dió al mayor para luego pasarle el plato con panqueques. Tomó luego el vaso con jugo y el pequeño pastelito que estaba en el plato y lo puso sobre sus piernas dobladas.

"Gracias, Hao." dijo Hanbin antes de tomar un trozo de panqueque e introducirlo en su boca. Un leve gemido escapó de su garganta al saborear aquello. "Dios, esto está increíblemente delicioso. De verdad gracias, bebé."

Al escuchar lo último, Hao se atragantó con el pastelito y empezó a toser. Hanbin lo miró alarmado y empezó a dar golpecitos en la espalda del menor hasta que volvió a respirar con normalidad.

"¿Qué fue eso? ¿Estás bien?" preguntó Hanbin  con preocupación mientras pasaba su mano por la espalda de Hao dejando caricias.

"S-Sí S-Señor." tartamudeó Hao y su cara se adornó con un rojo intenso.

Hanbin lo miró un par de segundos y luego frunció su ceño. "¿Por qué estás tan tímido?" preguntó y Hao clavó su mirada en sus manos.

"Me llamaste 'bebé" respondió Hao en un bajo susurro y Hanbin abrió sus ojos como platos.

Ahora era su rostro el que estaba rojo como un tomate. No se había dado cuenta de que lo había hecho.

Aclaró su garganta y tragó saliva, pensando bien en qué decir.

"¿Te molestó o te incom-"

"¡¡No!!" exclamó Hao alzando el rostro, interrumpiendo a Hanbin y mirándolo con los ojos abiertos. "¡No me incomodó, Hanbin, ni me molestó!"

Hanbin lo miró un instante y dejó que sus labios se formaran en una pequeña sonrisa.

"Entonces... ¿te gustó?" preguntó Hanbin mirándolo directo a los ojos y sintió ganas de saltar de felicidad al ver al menor asentir despacio con un sonrojo evidente en su cuello y rostro. "Me alegra saberlo, pequeño."

Liberame - Haobin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora