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Reese Weasley.


Observé brevemente a los gemelos, vigilando que ninguno estuviera tramando algo contra ninguno de nosotros. Sobre todo contra Jacob.

-. ¿Crees que todo esté bien allá?-. Luna, quien estaba a mi lado, habló en medio del silencio, con su vista clavada en el cielo.

-. ¿Allá? ¿Te refieres a Londres?

-. Es extraño, si lo piensas, que los gemelos estén aquí hace ya dos días, y ni siquiera hayan mencionado algo acerca de su tienda y cómo les ha ido. Solo evaden las preguntas con bromas y "notas" de sus posibles productos.

La quedé viendo algunos segundos, recordando con más detalle lo que estaba mencionando.

No era una mentira que ninguno se los dos parecía cómodo de hablar acerca del mundo mágico y nuestro hogar, y podría entenderlo. Pero necesitaba saber qué ocurría, y por qué el correo se había detenido.

-. Tengo un muy mal presentimiento, Luna. Y sé bien que es porque los gemelos están ocultando algo.

Volví a verlos jugar entre todos, integrándose a la manada como si hubieran pertenecido a ella toda su vida. Incluso mi mirada recayó en Leah algunos segundos, quien había mantenido su distancia con mi primo a causa de su nerviosismo y shock de la situación.

Algo me había comentado Seth una vez volví junto a Jake. Y a decir verdad, luego de haber sido instruida sobre una remota, y casi nula, oportunidad de encontrar una impronta, estaría igual.

-. Tranquila, Reese.- Acarició mi hombro.- Tener tantos días buenos a veces causa esa sensación. Si algo malo estuviera ocurriendo, ya nos habrían enviado un patronus para alertarnos.

Asentí, queriendo creerle. Porque no había nada más que deseara que un poco de paz en mi vida.

Unas manos me alzaron en el aire, logrando que un chillido abandonara mis labios. Identifiqué al culpable en cuanto aquellos mechones pelirrojos aparecieron en mi visión.

-. ¡George, bájame o gritaré!

-. No tengo oreja en ese lado, así que adelante.- se encogió de hombros, corriendo conmigo en su hombro segundos después, hasta donde toda la manada reía y jugaba.

La siguiente media hora se basó en mí huyendo de sus bromas e intentos porque jugara con ellos a su violento soccer. No tuve más remedio que unirme, y acabé con tres lobos quejándose por haber usado a Jacob para ganar.

Realmente esperaba que todo siguiera así, y los problemas de Londres no me alcanzaran aquí aún.

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Cuando dieron las ocho de la tarde, los chicos y yo habíamos regresado a nuestra casa a las afueras de la reserva, prometiendo volver mañana, y que así Leah pasara más tiempo con Fred, sin que él o George sospechen al respecto.

Me alegraba por ambos, de cierta forma. Leah merece ser feliz, y aunque Fred estuvo apunto de morir hace tan solo unos meses, habíamos logrado evitar aquel destino cruel, y permitir que ambos se conocieran.

-. ¿Y bien? ¿Qué les ha parecido todo por aquí?

Eché un vistazo a los gemelos, mientras los tres nos sentábamos en la sala, con Theodore preparando algo de café y Luna echando un vistazo cada tanto en nuestra dirección.

-. Son agradables.- Asintió George.- Me recuerdan a las comidas en casa. Puedo entender por qué te gusta pasar tanto tiempo allá.

Sonreí ante la referencia. Aquella era una de las razones principales por las que adoro visitarlos en casa de Emily. Su unión me recuerda a mi vida en Londres, y me hace sentir más cerca de mi familia.

Fascinated¹ | JACOB BLACKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora