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Por supuesto, fue imposible dormir.

Bloom iba de un lado a otro de su habitación, dejando huellas en la alfombra azul y blanca que tenía desde que era pequeña. Tenía mil cosas en la cabeza, pero había algo que estaba claro: tenía que detener ese duelo como fuera.

Sin embargo, era lo bastante lista como para no infravalorar las dificultades que eso conllevaba. En primer lugar, los hombres acostumbraban a comportarse como idiotas cuando se trataba de cosas como el honor o los duelos, y dudaba que Brandon o Sky apreciara su intervención. En segundo lugar, no tenía ni idea de dónde se iban a batir en duelo. No lo habían acordado en el jardín. Suponía que Brandon le enviaría una misiva a Sky a través de un sirviente. O a lo mejor era Sky el que tenía que escoger un lugar, al ser él el retado. Estaba segura de que en los duelos también había un protocolo, pero lo desconocía.

Se acercó a la ventana y descorrió la cortina. Para la alta sociedad, la noche todavía era joven; pero Brandon y ella habían vuelto a casa temprano. Por lo que sabía, Riven y su madre todavía estaban en el baile. El hecho de que no hubieran vuelto, Bloom y Brandon llevaban ya un par de horas en casa, era una buena señal. Si alguien hubiera presenciado la escena con Sky en el jardín, seguro que la voz se hubiera corrido como pólvora y su madre habría vuelto a casa inmediatamente.

A lo mejor, Bloom podía pasar la noche únicamente con el vestido destrozado, y no su reputación.

Sin embargo, lo que menos le preocupaba era su buen nombre. Quería que su familia regresara por otra razón: no podía detener aquel duelo ella sola. Solo una loca cruzaría Londres a altas horas de la madrugada para intentar razonar con dos hombres beligerantes ella sola. Necesitaría ayuda.

Mucho se temía que Riven se pondría del lado de Brandon; en realidad, le sorprendería si no fuera su testigo.

Tenía que haber alguien que estuviera de su lado alguien que conociera tan bien a Sky como ella conocía a Brandon. Y su mente de repente se iluminó... Stella.

Stella a lo mejor lo veía como ella. Posiblemente refunfuñaría y diría que Sky se merecía que le dispararan, pero Bloom sabía que si se lo rogaba, la ayudaría.

Y tenían que detener el duelo. Bloom no entendía que le había pasado a Sky por la cabeza, seguramente tenía algo que ver con su padre. Ya hacía tiempo que ella se había dado cuenta de que había algún demonio interno que lo estaba torturando. Intentaba aparentar que estaba bien, sobre todo con ella, pero Bloom le había visto demasiadas veces una mirada desesperada en los ojos. Además, tenía que haber alguna razón por la que se quedara callado tan a menudo. A veces, le daba la sensación de que ella era la única persona con la que estaba realmente relajado y era capaz de reír, bromear y hablar.

Y quizá también Stella. Bueno, Stella sí, pero antes de que pasara todo esto.

Sin embargo, y a pesar de la actitud fatalista de Sky en el jardín, Bloom no creía que quisiera morir.

Escuchó ruido de ruedas en la entrada, corrió hacia la ventana y vio el carruaje de los Bridge camino a las caballerizas.

Con las manos entrelazadas, fue al otro lado de la habitación y pegó la oreja contra la puerta. No podía bajar; Brandon creía que estaba dormida o, al menos, en la cama dándole vueltas a lo que había hecho esta noche.

Le había dicho que no le diría nada a su madre. O, al menos, no hasta saber que era lo que Marion sabía. El hecho de que regresara tan tarde hizo creer a Bloom que no había suscitado demasiados comentarios sobre ella, pero eso no quiere decir que pudiera relajarse. Habría cuchicheos. Siempre los había. Y los cuchicheos, si no se frenaban a tiempo, rápidamente se convertían en clamores.

Los BridgeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora