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Cuatro días después, tras pasar un bendito fin de semana sin otra cosa que hacer más que leer y sacar a kail de paseo, Luna declaró de pronto que las dos asistirían a la velada musical de Lady Bridge el lunes por la noche y... (en ese momento, Stella intentó argumentar con vehemencia por qué tal cosa no era una buena idea)... y no había más que hablar sobre el asunto.
Stella se dio por vencida con relativa rapidez. En realidad, no tenía mucho sentido seguir discutiendo, ya que Luna había dado media vuelta y se había ido andando nada más pronunciar la última palabra.

Stella tenía ciertas normas, y entre ellas incluía la de no discutir con puertas cerradas.

Y por consiguiente, el lunes por la noche se encontró vestida con una seda color verde oliva que resaltaba su cabello rubio y el abanico en la mano, atravesando junto a Luna las calles de Londres en su caro carruaje, camino a la mansión Bridge en Cross square.

—A todo mundo le sorprenderá vernos interactuar con los Bridge— comentó Stella mientras toqueteaba con la mano izquierda la gasa negra de su capa.

—El que Sky se haya casado solo significa que tú también buscas marido— replicó Luna

Stella permaneció un momento callada, era difícil rebatir aquello, ya que, al fin y al cabo, se suponía que era cierto.

—Y deja de sobar la capa— añadió la mujer —estará arrugada toda la noche.

La mano de Stella se detuvo, luego, durante unos segundos, estuvo tamborileando rítmicamente sobre el asiento con la mano derecha hasta que luna al final espetó:

—¡Santo cielo, Stella! ¿no puedes estarte quieta sentada?

—Ya sabes que no— contestó Stella

Luna se limitó a suspirar, tras otro largo silencio, interrumpido solo por los golpecitos de Stella con el pie, está añadió:

—¿Crees que Sky se sentirá solo sin nosotras?

Luna ni siquiera se molestó en mirarla mientras contestaba.

—Sky tiene una esposa, ni siquiera se enterará de que hemos estado sin él.

Eso era del todo cierto, desde que se había casado, Sky no les había mandado ni una sola carta.

Pero Stella no iba a rendirse fácil, así que dijo:

—Seguramente la música será horrorosa, después de todo lo de Smith–Smith.

—Los intérpretes en aquella velada musical eran las propias hijas de los Smith–Smith— contestó Luna y su voz empezaba a denotar un matiz de impaciencia —Lady Bridge ha contratado a una cantante de ópera profesional, procedente de Italia que se encuentra unos días en Londres, el mero hecho de haber recibido una invitación es un honor.

Luna echó una mirada hacia afuera, mientras miraba la residencia Bridge.

—He oído que Lord Bridge no vive aquí, aunque le pertenece, aún permanece en su residencia de soltero, para que su madre y hermanos puedan disfrutar de la mansión Bridge, ¿no es considerado por su parte?

Considerado y lord Bridge eran dos expresiones que Stella nunca hubiera pensado emplear en la misma frase, pero de todos modos asintió, demasiado impresionada por la decoración y la armonía del edificio como para hacer algún comentario inteligente.
El carruaje se detuvo, Luna y Stella bajaron con la ayuda de uno de los lacayos de la mansión Bridge que se apresuró a abrirles la puerta.

Un mayordomo tomó la invitación y les mostró la entrada, tomó sus capas y les indicó la sala de música justo al final del pasillo.
Stella había estado en el interior de bastantes mansiones de Londres como para no quedarse boca abierta en un público ante la obvia riqueza y belleza del mobiliario, su propio hogar era de los más ricos y elegantes, pero incluso ella estaba impresionada por la decoración interior, la elegancia y contención del estilo Adam. Hasta los techos eran obras de arte realizados en suaves tonos salvia y azul, colores separados por revocados de yeso tan intrincados que parecían casi una forma más sólida de encaje.

Los BridgeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora