Doble gay

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Capítulo 7

—¿Qué está pasando? — Fabiola.
—Nada, Mauro actuó como el mundo rompiendo nuestro vínculo, rompió el abrazo —respondió—. Yo sentí un desconsuelo.

—Ay, ¿qué me sucedía con este hombre? Pensé que solo lo estaba consolando —dijo Mauro, como tratando de adivinar la siguiente pregunta de Fabiola.

—Cristiano, sí —le dije, mirándola de nuevo—. Arréglate, están aquí.

—En su voz había espanto.

—¿Quién es? —pregunté.

—Procuraduría, creo. Traen el video de tu papá —suspiró un poco y corrió a lavarse la cara. Pobre chico, no entendía qué pasaba con él. Le faltaban apenas seis meses para ser mayor de edad, y yo me preguntaba qué haría después. ¿Por qué me interesaba tanto? Tal vez me recordaba a esa oscuridad tan profunda que me habían hecho vivir.

Mojó sus ojos enrojecidos por el llanto y, como cinco minutos después, entró una mujer vestida de uniforme azul, alta en tacones y con una trenza tejida.

—Sara —dijo el chico de inmediato.

Ella corrió a abrazarlo, como aquella persona que ahora se ha convertido en algo que ha perdido.

—Nos enteramos. Me escapé, seguro los mensajeros que me llevaban mensajes a Querétaro le dijeron que ya no estaba. Me buscaba cada mes y es lógico que si desde enero no contesto a ninguno de sus recados se iba a poner loco. Ustedes no conocen a Ernesto, me hubieran mandado al león correr y al menos riesgo.

—Cristiano, no venimos a hablar de él. Es Alex —dijo Cristiano muy serio.

—Alex —dijo el chico con una mirada tan pálida y tan perdida que yo ni siquiera sabía por qué permanecía ahí. Pero algo me decía que no me fuera, el pobre chico me necesitaba. Tal vez esa era mi misión, cuidar y proteger a este chico.

—¿Cuidar y proteger a este chico de todo el dolor? —Estamos en abril —él no se anda con rodeos—, dijo Cristiano muy serio—. Ya son dos meses sin contestarle a sus abogados, ¿qué esperaban?

—¿Has estado bien en Renacer? —preguntó Jessica.

—Sí, me gusta.

—Entonces, no te moveremos de aquí. Nos la ingeniaremos. En fin, ¿qué pasa con mi hermano?

—Están pidiendo su cambio. Quieren trasladarlo a otra foto. Tienen miedo de que tu padre vaya por su cabeza o la tuya. Pero nosotros queremos traerlo contigo. ¿Lo quieres aquí en casa mixta, son hermanos? —Fabiola intervino y dijo—: tendría que hablarlo con mi jefa, pero yo creo que sí está bien. Es mejor que esté conmigo, bien, cuidado aquí  contigo.

—¿Quieres ver el audio?

—Sí —dijo el chico tartamudeante.

—Nos pueden dejar a solas, que se queden Sara, por favor.

—Por supuesto.

Era como un tipo audio de WhatsApp, pero estaba guardado en una grabadora. Vi al chico ponerse pálido un poco más, para después colocarse junto al sillón. La trabajadora social lo colocó frente a él y dio un fuerte click a reproducir.

—Cristiano —se escuchó una voz medio burlona del otro lado.

—Cristiano —repitió Rata—. ¿Cuándo entenderás que no puedes cambiarte de alcantarilla sin que yo sepa? ¿Cuándo entenderán esos de la procuraduría que entre más intenten alejar nuestro contacto, más riesgo corren de perder un dedo mientras estés vivo? Sabes perfectamente que no los voy a tocar, Rata. Así que más les vale mantenerte vivo. Y para ustedes, pequeños coyotes, o sea, la procuraduría, mi consejo les doy: no se lo lleven a casas nacionales, ni a León, ni a Guanajuato, y mucho menos a México. No quedan. Que empiece a arder, ¿verdad, Rata? Compórtate, que pronto te sacaremos de ahí. Y cuida a Alex, por favor, ya que como tú no tuviste el valor, tu hermanito pequeño tomará tu lugar. Alex será su nuevo dolor de cabeza, será el nuevo líder del Cártel cuando yo salga de esta ratonera y deje que me atrapen.

PROHIBIDO SEGUIR  AL CORAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora