Un beso desesperado

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Capítulo 29

—¡Maldita sea! —grité el día que había decidido no moverme de mi cama ni ir a las clases de Spinet. El destino se burla de mí

levantarme tarde y no hacer nada por hoy. Siendo algo así como a las 10:30, Brendita, mi hija, me despertó moviéndome de mi cama el plan de quererme dormir hasta tarde. Se había ido al caño.

—levántate, despierta, el sol salió —dijo con la voz entera.

— Decidi levantarme tarde, ¿cuál es el problema? No me siento muy bien.

—Mamá, lo siento, pero tendrás que sentirte bien si quieres atender lo que sucede.

Me senté en mi cama y los rayos del sol me calaron.

—¿Qué pasa? Solo quería tomarme un día de descanso —pregunté, tratando de quitar la mirada para que los rayos del sol no me afectaran.

—Lo siento, madre, pero sospecho que no te vas a poder tomar ese día. Necesito que veas algo con urgencia —dijo, tendiendome su tableta—. Así como lo oyen —comenzó una periodista—. ¿Ahora qué? —pregunté—. Sabes que no le hago mucho caso a los medios.

—Solo escucha —dijo Brenda.

—Así como lo oyen, señores, en las noticias de esta mañana. Continúo el video de la tableta. La casa  Renacer de Celaya, Guanajuato, tuvo un ataque terrorista. Uno de sus adolescentes ha terminado con un balazo en la pierna. Se dice que en este preciso momento, los asaltantes, o más bien los criminales, siguen adentro de Renacer haciendo de las suyas. No se sabe si hay sobrevivientes, solo se sabe de este herido o si alguien ha muerto. Aún asi  eso se gana Brenda por tener a gente tan mala. O al menos eso es lo que dice esta cartulina —dijo la periodista.

—Con eso esperamos, señora Brenda, que deje de pretender cuidar al niño del mal. Usted sabe perfectamente dónde se ha metido. Con esto queremos decirle que el hijo de Ernesto está sobre nosotros. O nos lo entrega o terminará dañado. Nadie ha muerto hasta el momento —continuó la periodista—. Eso nos informan de último momento. Pero sabemos que uno tiene una herida de bala por los balazos que han escuchado los vecinos. Aún se desconoce dónde. la policía no ha llegado a la escena ni al lugar.

Abrí los ojos como platos y miré a mi hija.

—¿Qué? —pregunté.

—Se informa —continuó la periodista— que en la casa se encuentran dos adultos. Se desconocen sus nombres, junto con un par de menores de edad, más otros cuatro adolescentes. Lo cual es lamentable, pues estos malos hombres del tráfico y el narco que se sospecha que vinieron a atacar la casa hogar tomaron el momento menos idóneo, pues los niños se encontraban de vacaciones.

—¡Basta! Apaga eso —le ordené.

Revisé el teléfono. Los mensajes bombardearon, mensajes de gente preguntándome si esto era verdad, mensajes de gente diciéndome "te lo dije". El mensaje que destacaba entre mi chat era uno del que había sido mi socio familia durante bastante tiempo.

—¿Cómo estás? Ya te enteraste —fueron sus palabras que me hicieron regresar a la realidad. Tenía ganas de decirle que sí, que ya me había enterado, que tenía razón, pero no quería que me lo restregara en la cara. Simplemente me paré de la cama y llamé a Renacer varias veces, intentando que el teléfono sonara, pero no. Todos mandan a buzón, uno tras otro, después la noticia transcurrió. Tenía la tableta encendida esperando que algo dijeran. Después tomé mi auto y, como buena valiente, decidí ir a la zona del crimen en ese momento. Aunque claro, lo que podría encontrarme ahí no era lo que nadie esperaba.

Nos encontrábamos todos boca abajo a la espera de instrucciones cuando Fabiola, que estaba más cerca de mí, me dijo:

—¿Qué está pasando? ¿Sabes algo?

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