Bajo la Sombra del Conejo**

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Capítulo 18

Cristiano y yo entramos a la cocina después de nuestra plática. Este chico era insistente; sabía perfectamente que seguiría insistiendo, pero lo de haberle puesto fecha para decirle  mis sentimientos solo era un "estate quieto" temporal. Pues cuando llegara el momento tendría que decirlo, pero tal vez eso no le gustaría de ninguna manera. Algo en mi interior decía que Cristiano esperaba que correspondiera sus sentimientos. Sin embargo, no podía corresponderlos, y cuando le dijera que jamás podríamos estar juntos, vendría el remordimiento. Era obvio, era lógico, irracional. Mi mente y mi corazón gritaban que me gustaba este adolescente, pero también era consciente de que era imposible.

Como no quería repetir la historia, lo más probable era que lo alejara de mí. Lo más probable era que me fuera lejos de aquí. Debía pensar en una solución rápida: cambiar de trabajo, huir, sobre todo para no enamorarme de él. Aunque era demasiado tarde, la atracción física, el sentimiento y la necesidad de estar con él eran demasiado cercanos. ¿Pero cómo le explico a Cristiano que no me imagino un futuro a su lado?

Nos colocamos uno frente al otro, a la espera de lo que pudiera suceder, cuando Camila salió de la oficina. Los niños seguían viendo la tele y yo estaba a punto de terminar el turno.

—Dicen que pronto volveré a la escuela, haré terapia. Eso me pone feliz —nos dijo la chica—. Y Catherine, quiero ir a contárselo. En la habitación sigue encerrada, lo sabes perfectamente.

—Wow, le diré que si quiere nueva novia tendrá que salir de ahí —Cristiano abrió los ojos como platos—. ¿Qué dijiste?

—Catherine propuso  ser su novia como forma de rebelarse. O más bien, yo le propuse, y la verdad lo voy a hacer. He estado con ella, hablo con ella cada noche.

—¿Qué? ¿Me vas a decir que vas a ocultar una relación en una casa hogar donde todos creen que debemos tratarnos como hermanos? —te estoy diciendo, Cristiano, que he hecho una apuesta. Si hago cambiar a Catherine en el transcurso, será mi obra buena del día.

—O sea, que quieres hacer cambiar a Catherine.

—No solo quiero que se porte bien —me contestó ella—. Que sea educada, honesta, vaya a la escuela. Si lo consigo, podría decir que soy buena psicóloga.

—¿Y si terminas enamorándote de ella?

Mauro me miraba con las cejas levantadas, como si no esperara mi pronta palabra.

—Además, si tengo la oportunidad de que una chica bonita y sexy se fije en mí, con este cuerpo que tengo…

—¿Qué cuerpo? No se te olvide, Cristiano, tengo una silla de ruedas, las piernas no responden. ¿Qué tipo de mujer o hombre se podría fijar en mí?

Parecía que eso le daba un poco de asco a Cristiano, pues decidió alejarse. Mientras tanto, Fabiola salió como una loca atendiendo el teléfono.

—Mauro, a mi oficina —casi gritando. ¿Acaso había escuchado mi conversación con Cristiano en los patios? ¿O eran demasiado evidentes mis sentimientos, que ya todo el mundo lo notaba?

—¿Qué pasa? —le dije entrando a la oficina de nuevo.

—Pasa que primero Andrea me pide más tiempo de vacaciones y no me puedo negar a dárselas. Luego pasa que el padre de Cristiano hace un desastre con los procuradores y los policías. Y como segundo acto, quiero pedirte un favor.

—¿Qué pasó? —le dije.

—Mauro, ¿podrías quedarte a dormir solo esta noche? Paloma se fue de fiesta y no llegará, y no tengo quién se quede con las niñas. Ya llamé a varias, pero nadie contesta.

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