Capítulo 34
Siempre supimos que Catherine tenía una gran habilidad para manipular, pero hoy me sentía impresionado. En el tiempo de servicio social que llevaba de conocerla, no había tenido la oportunidad de ver lo que realmente era. Sin embargo, hoy, esta rebelde de 15 años me había hecho prometer que cuidaría a su romance pasajero juvenil y que ella se tendría que ir. ¿Cómo había conseguido que yo, un adulto de 28, le prometiera tal barbaridad? Ahora entendía todo: las actitudes, la forma de Catherine, el sufrimiento de Camila, pero sobre todo, saber que yo no era el único que vivía eso.
A las 12 del mediodía regresó Fabiola con Catherine. Ella solo tenía unas pequeñas cintas y unas suturas con hilo que se alcanzaban a notar.
—Vaya día que hemos tenido —dijo Fabiola acercándose—. Desde que Cristiano llegó, han sido días difíciles. Cuando llegaron niños como Carla, Marlene, diferentes, y el futuro es complicado. Lo sabes, lo sé, y me atormenta la actitud de dignidad. Siento que esta ya no es su situación para ella.
—¿A qué te refieres?
—Tal vez necesita nuevos aires, un cambio. Debo hablarlo con Brenda. Por cierto, me comentó que vendrás a quedarte por las noches.
—Pues digamos que por ahora me gusta el turno. Es entre semana y me deja estar durante el día ayudando a mi madre, sabes que está enferma.
—Claro, Mauro, lo entiendo y agradezco que seas un buen hijo.
Fabiola no era mucho de conocer mi vida privada, pero le había contado algunas cosas sobre mi tía y otros problemas familiares. Le agradecía demasiado que me apoyara cuando necesitaba respaldo o tiempo para poder ayudar a mi madre con mi tía o cualquier otra cosa. Nos despedimos, ella se dirigió a la oficina y yo al patio. Los niños se encontraban, como cada mañana, jugando básquet, jugando fútbol, el deporte que más se practicaba en el Renacer. Les encantaba el fútbol, era algo que hacían cotidianamente.
Sin embargo, Cristiano se veía inquieto, tartamudo, difícil de comprender. Aunque quería expresarme algo, no sabía cómo hacerlo. Camila también se encontraba alejada, distante en sus pensamientos, tanto como Cristiano. Los dos estaban juntos en el mismo lugar, riéndose de alguna que otra cosa. Así que decidí unirme.
—Hola —dije sentándome en el piso sobre mis piernas.
—Hola —me dijeron nada más.
—¿Cuándo pensabas decirme —dije mirando a Camila— que te besaste con Catherine?
La chica escupió.
—¿Cómo lo sabes? ¿Me van a correr de la casa?
—No, no soy nadie para juzgarte. Solamente quiero saber cómo pasó. Catherine te encargó conmigo y quiero entender.
—Mauro, ni siquiera sé por qué se comporta de esa manera tan déspota —intervino la chica—. Ni siquiera sé por qué se comporta mal.— Porque quiere alejarse de ti, quiere provocar que la saquen de la institución para poder estar lejos de ti porque siente que lo que siente por ti te puede generar problemas.
—Vamos, imbécil, ni siquiera me lo ha preguntado y ya dice lo que me genera problemas según ella.
—Lo sé, pero ¿qué quieres hacer?
—Quiero a Catherine. Quiero estar con ella, quiero vivir con ella, pero me gustaría un noviazgo, conocernos y tal vez cuando seamos adultos atrevernos a algo más. ¿Lo entiendes? —dijo mirando a Cristiano.
El chico puso su mano sobre mi pierna.
—Parece que aquí mínimo uno de los dos es feliz —dijo Camila viéndonos con una sonrisa tímida.
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PROHIBIDO SEGUIR AL CORAZON
Novela JuvenilMauro, un psicólogo abnegado en la Casa Hogar Renacer, siempre ha sido un bastión de rectitud y estabilidad, guiado por una vida profesional intachable. Su dedicación hacia los jóvenes a su cargo ha sido inquebrantable, hasta que el destino pone en...