Capítulo 19
El teléfono no paraba de sonar. Ser la representante legal de Renacer era algo muy bueno, la verdad, sí que lo era. Pero las cosas se ponían cada vez más intensas. Por decisión y por el bien del chico, habíamos decidido comenzar a recibir mensajes de Ernesto con la misión de mantenerlo tranquilo. Me puse rímel, arreglé mis pestañas, coloqué mis tacones y un pantalón de mezclilla ligero junto con una blusa negra. Estaba lista para presentarme en Renacer. Sabía que pronto tendría al procurador en el interrogatorio y Cristiano iba a necesitar todo el apoyo que le pudiera brindar. La verdad se le iba a dar al principio; le di la esperanza de nuevo a este chico. Pero ahora debía mantener mi palabra, apoyarlo, sostenerlo y estar ahí para él, que se diera cuenta de que podía corregir el camino.
Ahora todo era campaña. Había recibido varios comentarios de varias personas de las diferentes casas juzgándome. Otros habían retirado el apoyo de donaciones a causa del miedo que le tenían a Cristiano. ¿Cómo les decía yo que este niño no tenía la culpa? Era un simple chico de 17 años a punto de cruzar lo que tanto se conoce como adultez. Y que todo el mundo decía que ya iba subiendo. Ahora había recibido amenazas de gente que jamás pensé que lo haría. Habían llegado mensajes anónimos diciéndome que si no dejaba de cuidarlo, me retirarían el apoyo y no sé cuánto más. La verdad era que Cristiano se merecía todo el apoyo que pudiera brindarle. Era un chico bueno; bastaba con ver su corazón y su alma para darme cuenta.
En la casa había muchas cosas en los últimos meses. Con la llegada de Camila y Cristiano, todo parecía estar a flote. Cada uno traía sus problemas a su manera. Sabía que pronto, cuando Cristiano fuera mayor de edad, exigirían quitarle la custodia. Para ellos, la forma más sencilla era deshacerse del chico de una forma u otra, para así evitar problemas con su padre. Eso, sin embargo, a mí me seguía pareciendo cruel y nauseabundo. Era un chico que se merecía todo lo que le pudiéramos dar. No teníamos por qué retirarnos. No éramos cobardes, no éramos de las personas que huían. Eso no era Renacer.
En el caso de Camila, la trataba con delicadeza pero con mano firme porque sabía que en algún momento sería mayor de edad. Con eso en mente, traté de encontrarle el mejor futuro. Aunque tal vez conseguiría que la procuraduría le siguiera dando el apoyo, también debía mantener a mis chicos. Aunque había roto las reglas con Paloma en varias ocasiones al dejarla estar en mi casa, sabía que pronto esa situación ya no podría ser. Sin embargo, era una mujer que creía que todo iba a ser para el bien de los demás y que si me ponía en manos de Dios, todo saldría bien. Estas eran almas que merecían estar juntas, almas que merecían luchar por vivir, almas que merecían no rendirse a mitad del camino.
Hoy me tocaba defender a uno de los chicos. Abrí los ojos como platos cuando Mauro dejó un mensaje en el grupo diciendo que la procuraduría había llegado. Me apresuré, tomé mi bolsa y terminé de ponerme el rímel en los ojos. Cuando ibas a ver a un pez gordo, era mejor representar la mayor belleza aprovechándose de los atributos de mujer.
A las seis en punto, Renacer debería estar activo. En ese momento, vestir, acomodar, levantar y bañar a Emilio, como cada mañana, era algo normal. Aunque claro, después de haberme quedado casi lo que queda de la madrugada con Cristiano y no haber podido dormir con la inquietud de ver el amanecer, estaba demasiado cansado. Levanté a todos los niños, sus camas, sus cosas, arrastrándose para que se movieran con rapidez hacia lo que hoy pintaba como un día difícil. Cristiano, sin embargo, me dedicó una sonrisa cálida y se puso un pantalón de mezclilla con una camisa negra. Parecía que el chico estaba a la espera de lo que le vendría a él también.
A las 6:30, todos se encontraban reunidos en la cocina a la espera de la comida. Elizabeth sirviendo, mientras yo me distraía con uno que otro medicamento. Pasaron por la primera ronda de niños a las 6:30 y a las 7:30, faltando la última ronda en la que yo había quedado con Elizabeth que ella los llevaría a la escuela caminando, ya que estaba a una cuadra. Pero a las 7:40 volvieron a llamar a la puerta. Elizabeth y yo planeamos que estaríamos disponibles la mayor parte de la mañana. Aunque claro, yo aún tenía la sensación de que este día no iba a ser del todo fácil, pues había quedado claro que por la mañana vendrían a ver a Cristiano, y así fue.
ESTÁS LEYENDO
PROHIBIDO SEGUIR AL CORAZON
Teen FictionMauro, un psicólogo abnegado en la Casa Hogar Renacer, siempre ha sido un bastión de rectitud y estabilidad, guiado por una vida profesional intachable. Su dedicación hacia los jóvenes a su cargo ha sido inquebrantable, hasta que el destino pone en...