¿Estás celoso?

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Capítulo 24

Quedan tres días para mi cumpleaños. Por suerte, mi cumpleaños caería un viernes, el día 18. Curiosamente, ese número siempre ha sido significativo para mí. Mis padres y todos los que me rodean solían decir que, a partir de esa fecha, las cosas serían diferentes.

Han pasado bastantes cosas desde la pelea con Mauro entonces, y aunque Mauro y yo seguimos compartiendo momentos, hay una frialdad que no consigo ignorar. Mauro está ausente, distante. Me evita. A veces, pareciera que decide alejarse de mí intencionalmente. Llega a casa, me saluda, me invita a dar vueltas, todo parece perfecto... pero cuando intento hablar con él, siempre dice:

—Ahora no.

Me pregunto si ya no me ama, si ha dejado de sentir lo que según él sentía. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no se da cuenta de que lo extraño? Han sido días difíciles, días para pensar y darme cuenta de si en verdad era suficiente. La verdad es que quiero ser honesto y, aunque sea en un susurro, gritar: gritar mis sentimientos por Mauro Mauro, yo soy feliz, pero el hecho de estar peleados me causa demasiado conflicto.

Estamos en agosto, el mes de mi cumpleaños. Sigo sin creer que ya han pasado seis meses. Seis meses de temores. Finalmente, había llegado el día, el momento y la hora en la que todos esperaban que cumpliera mi mayoría de edad.

Esos seis meses... recuerdo que al principio Daniel decía que tenía un año y medio todavía de prueba para mentirle a las casas hogares y así ser aceptado. Renacer me aceptó en un momento cuando faltaban seis meses para cumplir la mayoría de edad. ¿Cómo me hacía sentir eso? Sabía demasiado. Sabía que, a pesar de ser adulto, al cumplir 18, no tendría a dónde ir. Sería un riesgo latente que mi padre me recibiera en sus brazos y decidiera usarme como instrumento para hacer maldad.

A su vez, la procuraduría de Guanajuato me usaba como un anzuelo para mantener a Ernesto tranquilo y obtener información. Al fin y al cabo, siempre sería una moneda de cambio. Este era otro de los motivos por los que me traían a Renacer. Renacer permitía tener a mayores de 18 años. La mayor en esta casa tenía 18. Eso me daba una garantía de que Renacer hacía excepciones en casos especiales, y yo necesitaba que hicieran una conmigo.

Aunque tenía un lugar a dónde ir, según yo hacía mucho que no sabía nada de Erika y mi hermano. Tenía el refugio de la policía desde que delató a mi padre. En teoría, era algo así como un testigo protegido. No iba a ir al otro lado del mundo a buscar a un hombre que tal vez no quería verme, aunque quería saber en el fondo cuál era la situación que motivó a mi hermano Ernesto a delatar a nuestro padre. Sin embargo, no tenía nada.

Jessica y Daniel me explicaron que la procuraduría de Guanajuato me tendría bajo custodia por más tiempo debido a quién era mi padre. Por eso estaban agradecidos con Brenda, ya que era una de las casas que permitía tener casos de niños especiales. Claro, ninguno iba a aceptar que era una moneda de cambio con la que podían chantajear a mi padre.

Por otro lado, Brenda decía que si yo no quería tomar el camino que mi padre me tenía destinado, no lo hiciera. Ella me ayudaría a ser militar, y si así lo deseaba, podría quedarme aquí después de los 18. Me ayudaría a encontrar una forma de vivir. No digo que no me ilusionara. Es fascinante tener tu propia casa, tu propio departamento, tu propio mundo. Pero me hacía feliz el hecho de sentir que, por primera vez, tenía un hogar.

Camila era la niña risueña que me hacía reír, la hermana que nunca tuve. Catherine era sincera, honesta y directa, a veces inmadura. Mauro, en sus ojos angelicales, podía perderme. Sin embargo, ahora estábamos distanciados. Desde nuestra última pelea, hace unos días que ya parecen eternos, ninguno dirigía la palabra al otro. Ni siquiera ahora, que sabía que en tres días sería mayor de edad y Mauro ya no tendría por qué sentirse culpable o correr riesgos al estar a mi lado.

PROHIBIDO SEGUIR  AL CORAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora