capítulo 23
¿Qué cosa tienes que decirme? ¿Y por qué dices que no eres lo que creo? Ni siquiera me he instalado. ¿Qué pasa ahora? Déjame dejar mi mochila y acomodarme. Nadie se quedó en la casa, ¿verdad?
—No, Catherine está muy calmada y Camila la convence de pararse —respondí, observando cómo se desarrollaban los eventos.
—Wow, parece que encontró a su cómplice y Elizabeth está muy complacida —añadió—. La acabo de despedir y se ve más complacida que de costumbre. Le dije a Cristiano...
—Sabrá Dios qué está motivando a Catherine a cambiar la actitud, pero esto está siendo diferente —reflexioné—. ¿Se quedó alguien en la casa? —le pregunté a Cristiano de nuevo
—El Juan, como siempre, traía una actitud pésima. Eli lo tuvo que bañar en la mañana y hay cosas que no funcionan. Lo entiendo. Voy a verlo. ¿Dónde está?
—Dormido en la habitación —respondió Cristiano—. Tendrá que sacarlo de ahí lo más rápido posible.
—Está bien, pero antes de sacarlo y pelearme con el mundo, necesito que me digas qué es lo que te atormenta. No hay nadie, ¿verdad? Todos están en la escuela. Camila entró a su institución y es la mujer más feliz del planeta.
—Sí, me lo imagino. Me ha contado cosas. Ayer estaba por preguntarle, pero entre la situación con los documentos que tenía que arreglar y nuestra conversación antes de la comida, no pude hacerlo.
—Y qué bueno que no lo hiciste. Pensé que dijiste algo, pero se me olvidó por completo que estaba pensando en voz alta.
—Nada, ve con Juan y trata de sacarlo de ahí. Cristiano estaba raro, sabía que estaba tratando de evitar el tema. Había algo que no me estaba diciendo, me mandaba a lidiar con el Juan. Lo logré parar de su cama a jalones y empujones. Después, de la nada, empezó a patearme y golpearme. Caminé con él por el patio, la cocina, la sala. Cristiano permanecía en la sala desde la última pelea donde quiso ayudarnos, le habían dejado claro que no volviera a meterse, al menos que fueran en situaciones necesarias como la de Andrea y su embarazo.
—Mientras tanto, no esperaba que yo le diera el permiso de saltar sobre su presa, pero el sabia que no podía hacer eso, el chico no entendía el pecado que esto significaba. Con el Juan en una pelea casi en el piso, me jaló de la camisa, jaló mis bolsas del pantalón y armó maroma y teatro para tirarme al piso. Al final, no lo logró y, de la nada, Fabiola abrió la puerta a la expectativa y me ayudó a quitármelo de encima, pues no podía moverlo ni a golpes. Ya me encontraba con el chico encima de mi cuerpo.
Me paré de la sala cuando Fabiola llegó, lo jaló y le habló por su nombre. Esto hizo que el chico se quitara de encima de mí y fuera corriendo hacia ella, abrazándola y diciéndole que yo era el malo. Esto lo contuvo mientras tanto ella se dirigió a la oficina y yo me dirigí a buscar las pastillas y una forma de armar la inyección, aunque no sé cómo le haríamos, pues ninguno éramos capaces de inyectar a nada.
Cristiano
Después de que la sagrada voz de Fabiola le quitará al chico de encima, me quedé observando durante un buen rato cómo Mauro iba y alistaba todos los medicamentos por si el chico llegaba a necesitarlos. Algo en el piso llamó mi atención: una hoja medio arrugada parecía habersele caído a Mauro del pantalón cuando se encontraba en el piso peleando con el chico. Estaba dispuesto a entregársela, pero justo en ese momento, cuando me dirigí a la enfermería, se escuchó otro estruendo. Era Fabiola, que parecía no haberle concedido algo al chico, pues ya le estaba haciendo un drama enorme. Se encontraba arriba de su escritorio, pataleando y gritando, avienta la computadora, arañó la pared y amenazaba con morderla.
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PROHIBIDO SEGUIR AL CORAZON
Novela JuvenilMauro, un psicólogo abnegado en la Casa Hogar Renacer, siempre ha sido un bastión de rectitud y estabilidad, guiado por una vida profesional intachable. Su dedicación hacia los jóvenes a su cargo ha sido inquebrantable, hasta que el destino pone en...