Laberinto de sombras

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Capítulo 41

Sabía que lo que había pasado con Mauro esta noche no se volvería a repetir, sabía que jamás tendríamos un encuentro de nuevo, mucho menos íntimo o cercano. Las cosas entre él y yo deberían seguir siendo secretas, como hasta el momento. Aunque eso me doliera, aunque eso me partiera, quería un futuro juntos, quería estar con él, quería decirle cada noche que lo amaba, quería compartirle mi mundo.

Llegamos a Renacer. La sorpresa lo sorprendió todo el tiempo; era algo diferente. Ahora la casa estaba fumigada, las puertas remasterizadas, la seguridad y todo parecía distinto. Nuestro hogar, nuestra casa, pero con una vibra completamente diferente.

Brenda recibía a todos y los fue sentando en la sala.

—Pueden venir —dijo la mujer en cuanto todos nos reunimos.

Fuimos los últimos en llegar. Para ese momento, ya estaban todos los niños ahí, rodeándola en un círculo.

—¿Qué ocurre? —inquirió Laura.

—Quiero hablar de lo que ocurre en esta casa —contestó la mujer.

—¿Algo más perdido de lo que ya tenemos? —dijo Laura.

—Las cosas no se pueden volver a repetir. Hoy se va Catherine —Brenda la señaló, y Catherine se encontraba a su lado, sentada sobre sus piernas—. He de decir que esta situación no se puede volver a repetir. No más romances. Ustedes son hermanos y lo saben. No hay más cercanía física. Son hermanos y son conscientes de lo que aquí ocurre.

Por un segundo, quería seguir recordando cuando monté a caballo. Parecíamos personas normales. Él me observaba con tal ternura y amor como nunca más me había visto. Él me amaba por lo que soy, por mi esencia y mi serenidad. Yo amaba a Mauro por lo que me daba, y a pesar de todo, quería estar con él en un susurro de besos y caricias. Sin embargo, me detenía a pensar por un segundo lo mucho que lo quería, hasta el momento en el que abrí los ojos y me di cuenta de que algo estaba por suceder.

Me encontraba sin hacer nada, quieto, a la espera de todo. Sin embargo, cuando nos pudimos percatar, se encontraba una mujer con tacones, pantalón de mezclilla y blusa blanca. Su cabello negro estaba atado en una coleta, sus labios pintados de rojo, cubiertos por un labial, y un pequeño lunar cerca de la boca. Observaba las palabras de Brenda con intención, y me hizo salir de mi ensoñación del rancho.

—He de decir —continuó la mujer— que la decisión que se ha tomado no es nada fácil para mí. En 11 años, esta situación no se había presentado.

—Catherine, te conozco desde que eras una niña pequeña, al igual que Paloma. Llegaste siendo muy pequeña. Aún recuerdo las veces que me hacían regalos el Día del Padre y de la Madre, y me tenían que apuntar para ir a todos los festivales. Las cuidadoras me tenían que recordar con un mes de anticipación para poder organizar agenda.

—Camila —continuó la mujer, viendo a mi amiga y nuestra compañera de viaje, quien hoy vestía un mallón negro y una camisa color vino—, no podía entender por qué esa niña de cabello castaño amaba usar las mangas largas. Sé que tú no llevas tanto tiempo aquí —continuó Brenda, inquiriendo con la mirada—, pero he de decirte que no se permiten romances. No sabía si lo sabías ya. No se permiten tocamientos, ni siquiera entre cuidadores. Cualquier cosa está penalizada.

—Les voy a poner un ligero ejemplo —dijo la mujer— para que entiendan que no solamente es entre ustedes. Cristiano es mayor de edad, Paloma es mayor de edad —dijo, viéndonos a ambos en automático—, y si con esto se diera un romance entre Fabiola, alguno de los cuidadores, o chicos de servicio, por ejemplo, en tal caso de que Mauro se enamorara de una de ustedes que ya es mayor de edad, sería una falta a la ética y la moral. Y créanme, la persona que sea capaz de hacer eso me encargaré de cerrarle las puertas en cualquier institución de inmediato.

PROHIBIDO SEGUIR  AL CORAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora