Capítulo 45
—¿No le parece que es precipitado ir por su hijo? —preguntó con tono sarcástico—. Debería decir que sí, es precipitado. Quedamos en que sería un plan lento, que dejaríamos que se cocinara, que dejaríamos que todo pasara. Acuérdese de que le prometió a Erika que sería por la vía legal.
—Pero estoy cansado —respondió el patrón —. Necesito darles respuestas a los socios
— ¿Y no puedo hacer nada?, señor. No me voy a meter, pero tengo que decirle esto: si no, será demasiado.—¿Qué ocurre? —preguntó Ernesto.
—Ocurre que la última vez que usted hizo algo como esto casi muere, y sobre todo, fue la noche en que doña Susana lo abandonó.
La expresión de Ernesto cambió. Sus labios fruncidos y un ceño casi imperceptible me daban a entender que el hombre era consciente.
—Basta, Hormiga. ¿Recuerda lo que pasó la noche que la mamá de Cristiano los abandonó? —le pregunté, tratando de que mi pregunta sonara lo menos invasiva posible.
—Sí, recuerdo que esa noche usted discutía, y a la mañana siguiente ya no despertó con ella. Ella lo drogó para huir. ¿Acaso quiere que Cristiano haga algo parecido?
—No, contestó Ernesto, porque si él vuelve a hacerme algo así, juraría que lo persigo hasta el fin del mundo. Hasta encontrarlo. Sería capaz de matarlo.
—¿Qué dice? Claro que no, es su hijo.
—Pues parece ser que no. Parece ser que en este momento no es su hijo. Parece ser que en este momento se le olvida que solo es un adolescente que apenas va entrando en la adultez. No le puede pedir que se haga cargo de algo que no quiere. Él no sabe cómo manejarlo. No ha hablado con los socios. No disfruta mover una pistola. ¿Acaso no lo ha visto? ¿Acaso es usted el único ciego que piensa que Cristiano disfruta de ser un sicario? Piénselo por un segundo y déjenos hacer nuestro trabajo.
—¿A quién? —preguntó Ernesto.
—A Erika y a mí. No hay otra mujer en este mundo más dispuesta que Erika, y con ella usted podría cumplir lo de la sangre y el linaje. Ella lleva la sangre de la familia, así que no tendría por qué ponerme en ese puesto. Sin embargo, si me da un poco de tiempo, puedo demostrar ser digno. Pero a él, déjelo vivir, déjelo ser. Déjelo llevar una vida normal. Él lo necesita.
—¿Por qué? —preguntó el patrón—. ¿Por qué siempre intentas salvarlo? ¿Por qué siempre quieres evitar a toda costa que Cristiano se manche las manos de sangre? Así fue la noche que le pedí matar a alguien. Lo hizo, pero tú evitaste que la persona muriera para que él no cargara con el remordimiento. ¿Por qué siempre lo proteges?
—Crecimos juntos. Compartimos todo: casas, mochilas, juguetes. Aunque siempre se hizo la distinción en forma de trato y educación, usted nos hizo compartir muchas cosas. Por eso tenemos esta relación, por eso somos hermanos.
—¿Está seguro que es solo eso? —preguntó de nuevo Ernesto—. Soy muy consciente de que mi hijo Cristiano es homosexual. Soy muy consciente de que tiene una pareja en este momento, y también soy muy consciente, por medio de los deportes que te brindaba tu escuela privada, de que tú también tuviste algunos romances con algunos compañeros. ¿Estás seguro de que no lo amas? ¿Estás seguro de que no quieres salvarlo y protegerlo? ¿Estás seguro de que no quieres evitarle algún dolor o sufrimiento? ¿Estás seguro de que ese amor va más allá de solo hermanos? Tú sabes muy bien que en el cartel no se perdona la traición. Cristiano lleva mucho tiempo sin estar dispuesto a ocupar el puesto. Eso es traición, y merece la muerte. Si mi hijo no me funciona como líder, debería matarlo, ¿por qué no me estorba?
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PROHIBIDO SEGUIR AL CORAZON
Teen FictionMauro, un psicólogo abnegado en la Casa Hogar Renacer, siempre ha sido un bastión de rectitud y estabilidad, guiado por una vida profesional intachable. Su dedicación hacia los jóvenes a su cargo ha sido inquebrantable, hasta que el destino pone en...