Capítulo 40
Los celos no eran algo cordial, mucho menos en este momento. A lo lejos, mientras observaba a Mauro y a Cristiano, acostados sobre la manta y riéndose, vi su rostro de niño pequeño y angelical. En el momento en que Mauro le obsequió la caja y Cristiano sacó un collar con una luna y una letra, me hizo recordar la canción que Catherine solía escuchar: "Saturno". Esa canción representaba también este momento. Sin embargo, no podía hacer nada. En el rancho había dos habitaciones; yo dormiría en la de arriba y Mauro y Cristiano en la de al lado. Parecía estar al pendiente de mí, pero al mismo tiempo cuidaba de él.
En el rancho había un señor que nos ayudaba con lo que necesitábamos y nos trajo comida. Entre más tarde era, se fue retirando. Llegamos al rancho a eso de las 12. Platicamos, charlamos, comimos y vimos una película. A medida que anochecía, Mauro y Cristiano se fueron apartando. Le dio un regalo, conversaron y se rieron. Intentaron incluirme, pero la verdad, yo sentía que era el mal tercio. Me aparté poco a poco en espera de que algo pasara. Sin embargo, los vi caminar hacia las caballerizas, darle su obsequio y hacer una que otra cosa. Cerré los ojos esperando que a la mañana siguiente estos dos vinieran como una completa rosa. Me fui a dormir con la melancolía. Pues, en alguna parte de mí, deseaba con todo mi corazón estar en sus zapatos. Verlos recostarse y abrazarse a la luz de las estrellas era algo que deseaba y que yo también necesitaba. Lástima que la persona que amaba estaba muy lejos. En comparación, tan inoportuna era la vida. Solo una de las parejas podía obtener lo que tanto quería. Solo una de las parejas podía amarse. En este caso, los ganadores eran Mauro y Cristiano. ¿Por qué nosotros no? ¿Por qué nosotros no merecíamos vivir eso? O más bien, ¿por qué yo era tan desgraciada que no permitía vivir mi amor? Era tan mala y me sentía tan perdida que no merecía vivir nada. Me clavé en mi libro cerrando los ojos, esperando a que mañana me dieran los pormenores de esta novela romántica y mínimo alguien de los dos lo disfrutara.
—Me duele que te duela cualquier cosa que embargue tu sufrimiento. Trataré de quitártela —dijo Camila, observándonos como si quisiera estar en nuestro lugar.
Se alejó.
—Siento que estamos derramando miel enfrente de su cara, es como comer pan enfrente de los pobres cuando su herida por Catherine aún está latente.
—Lo entiendo, pero si no aprovechamos esta oportunidad no tendremos otra —contestó Mauro—. Son las 10, ¿te quieres ir a dormir"?
—Claro que no. Aunque estoy cansado de todo lo que hicimos porque fui el único que nadó, vi películas, estuve escuchando libros, música, corrí y jugué con los patos. Me gustaría montar mañana antes de irnos. Creo que nos iremos algo así como a las 12 o 1 porque supuestamente por el cambio de planes y lo de las cucarachas, irán por Catherine hasta en la tarde. Excelente.
—Y Brenda desea que Camila se despida también. Pobre chica —le dije.
—¿Por qué le preguntaste? No se pueden despedir y ni siquiera han vivido su romance como es debido. Me duele por ellas porque, en el fondo, somos egoístas. Me siento mal porque estamos viviendo lo que ellas quieren vivir y ninguno de nosotros lo tiene permitido. Los dos eran romances ilegales y me parece imposible que el destino sea tan injusto que solamente una de las parejas lo esté pudiendo vivir.
—No te sientas culpable, cariño.
—Cariño... —me sorprendió.
—¿De qué te sorprendes? Soy tu pareja, ¿no?
—Sí, Mauro, pero estoy acostumbrado a que me trates como un niño y que ahora me digas palabras bonita
—Y eso que solo te dije cariño.
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PROHIBIDO SEGUIR AL CORAZON
Teen FictionMauro, un psicólogo abnegado en la Casa Hogar Renacer, siempre ha sido un bastión de rectitud y estabilidad, guiado por una vida profesional intachable. Su dedicación hacia los jóvenes a su cargo ha sido inquebrantable, hasta que el destino pone en...