Estaba exhausta. Sentía que el aire me faltaba, y obvio que se lo estaba atribuyendo a mi reciente alteración. Recordar a mi madre nunca fue algo de mi agrado.La amaba, pero no entendía las cosas que había hecho. Sabía que ella y mi padre no estaban en su mejor momento, incluso entendía su traición, pero no podía entender ni justificar el hecho de darle esos terrenos a Grifols.
¿Por qué a él? ¿Por qué a Henry Grifols? ¿Tanto lo amaba? ¿Lo amaba más que su propia hija?
La última pregunta hizo que un sabor amargo recorriera toda mi garganta, pero me recompuse y volví a mirar al hombre que acababa de entrar por la puerta.Sus ojos eran marrones, y me miraban fijamente. Como si necesitara verme.
— Buenas tardes, señor Stoll. Estábamos esperándolo.
Henry se levantó de su lugar, y con una expresión de respeto, camino hasta el señor Stoll. Yo no deje de mirarlo, me quedé observando sus movimientos. Necesitaba encontrar un punto débil, y en ese momento, que acababa de conocerlo, dudé por un momento porque parecía un hombre indestructible.
De esos hombres que no saben que es la vulnerabilidad, y solo conocen la fortaleza. Esa era la primera impresión que daba Ivar Stoll.
— ¿Quién es la hermosa dama?
No me inmuté. En lugar de eso, llevé mi mirada a Henry, mostrando mi descontento.
¡Dios! Es que necesitaba saber por qué estaba haciendo todo eso. Lo que estaba haciendo, era traicionar la confianza que depositó mi madre en él. Quería matarlo, y esconder su cuerpo en cualquier lugar donde nadie lo encuentre; o mejor aún, hacer que su alma se pierda, así nunca se encuentre con mi madre, porque según él, era lo que más anhelaba.
Me sentía en un juego donde yo era el peón, y alguien me estaba moviendo como la ficha de entretenimiento, la carnada.
Y si el señor Stoll quería jugar, yo no tenía ningún problema, pero lo entraría en mi juego.
— ¿Y bien?— pregunté cuando el hombre tomó asiento a mi lado. Me encargué de no mirarlo, no quería saber nada de él. Era un idiota más—. Henry.
— Ella es la señorita Foster.
— ¿Y su nombre?— me pregunto directamente a mí. Sus ojos me perforaron. Eran marrones.
Tome una respiración y lo mire fijamente, mostrando reto en mi mirada. No iba a dejarme vencer por un aparecido.
— Sarah Foster.
— Con h.
Asentí perdida. No muchas personas lo notaban, aunque igualmente, sabía que ese idiota había visto mi nombre en internet. Y tal vez había visto miles de entrevistas donde repetía que mi nombre era con H.
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El Juego de Sarah
Любовные романыEn la guerra y en el amor todo se valía. Y yo, simplemente mentiría sobre el amor en una guerra.