SarahJulie y yo estábamos creciendo juntas. Pero mi padre nos separó alegando que ella podría hacerme débil. Él siempre decía que yo debía ser fuerte, y no debía amar a nadie que no fuera a él. Incluso, sin hacerlo notar, me alejaba de mi propia madre.
Las visitas en la casa terminaron, mis días eran estar en la empresa, o con profesores privados.
Crecí alejada de ella, y cuando por fin volvimos a vernos, ella tenía 17 y yo 19. Éramos tan diferentes, y habíamos perdido todo lo que nos unía. Ella apenas me recordaba, y no podía mentir, yo la había olvidado casi por completo.
Mis días eran ocupados. Tenía que estar perdida entre planos, tenía que supervisar construcciones junto a papá, estar en las reuniones donde se hablaba de dinero, ganancias y pérdidas. Tenía que estudiar. Era la sombra de mi padre, y eso apenas me daba tiempo para tener una vida.
El punto era que cuando volví a la vida de Julie, ella ya era la mujer perfecta, una adolescente codiciada y querida por todos. Y en un momento, sintió que yo volví al medio público para robarle su lugar. Las personas me aceptaron desde que mi padre me presento oficialmente por primera vez en un evento. Todos habían escuchado de mí, pero muy pocos me habían visto. Existían historias sobre mí, la hija de John Foster, la mujer que continuaría su legado.
Todos se preguntaban porque una mujer y no un hombre. Y el simple hecho de que John Foster presentara a una mujer como heredera causó revuelo, e incluso admiración hacia mí.
Mi prima se sentía amenazada. Me odiaba por eso, porque las personas solo hablaban de mí, y la dejaron detrás. Varias veces me confesó que llegue a arruinar su vida; y una de esas veces, se fue a New York, para brillar. Quería llegar a un lugar donde según ella "mis dominios no llegaran" y ahora estaba devuelta.
Más presumida, más odiosa, y con más ganas de joderme la vida.
Me levanté de la cama y mis pies hicieron contacto con el piso. Estaba frío. Mi habitación era una representación de mí. Estaba perfectamente ordenada, en una esquina había un estante donde estaban todos los libros que no me cansaba de leer.
En la otra esquina había una vitrola y un montón de discos de vinilo que alguna vez pertenecieron a mis abuelos maternos. Por otro lado, estaba mi clóset lleno de ropa que no usaba, y mi cama. Las paredes eran blancas y la decoración negra. Era tan predecible.
Me acerqué a la vitrola y la encendí con el mismo disco que tenía dentro. Empecé a escuchar: London Calling de The Clash.
Sentí el ritmo meterse por mi piel, y baile. Baile de la única forma en la que sabía, dando todo de mí. Me sonreí a mi misma en el espejo, y grité la letra de la canción con todas mis fuerzas. La canción me hacía recordar a mis abuelos, y mi misma en el pasado.
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El Juego de Sarah
RomanceEn la guerra y en el amor todo se valía. Y yo, simplemente mentiría sobre el amor en una guerra.