Inspiración

33 6 4
                                    

Sarah

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sarah.

Lo tenía en mi cocina, y estaba cocinando para mí.

Había subido a cambiarme y opté por un pijama de pantalón largo y blusa de tiros. Cuando bajé, ya él estaba instalado, como si conociera cada rincón de esta casa, y ese fuera su pasatiempo favorito.

No sabía que estábamos haciendo, pero era imposible no tenerle cariño a Ivar. En el poco tiempo que nos conocíamos, sentía que había conectado con él de una forma única, con la que no lo había hecho con nadie.

Era mi rival, pero podía ser mi socio, y tal vez un buen amigo.

Solo sabía una cosa, después de todo esto, no quería perderlo. Me negaba a perder a Ivar luego de conseguir los terrenos.

— ¿Qué estás cocinando?

Ivar no respondió mi pregunta. Lo miré con cara de asesina aunque estaba de espaldas a mí, y me acerqué. Rodeé su cuerpo con mis manos, y se sintió bien. Nunca había hecho algo así, y lo disfrutaba haciéndolo con Ivar.

¿Se sentiría así con cualquiera? Era una pregunta estúpida porque ya conocía la respuesta. No me creía capaz de sentirme así con otra persona, con otro hombre. Ivar estaba siendo el primero en todo, y sabía que aunque fuera falso, iba a dejarme marcada por el resto de mi vida.

— Te hice una pregunta, Ivar Orangután Stoll.

Su risa fue vida para mis oídos y apreté más mis manos a su alrededor. Sentía paz, y más ganas de besarlo.

Me comparaba con la estufa encendida, porque no sabía cuál estaba más caliente, si la estufa que expulsaba llamas, o yo que exudaba deseo por Ivar.

— Realmente no sé lo que estoy haciendo— Se giró en medio de mis brazos y sus ojos centellaron.

Me había dado cuenta de algo, brillaban siempre que estaba cerca y teníamos contacto.

Así brillaban en la cena con su familia, y en el desayuno. Así brillaban cuando firme ese papel que decía que era su esposa, y así brillaban siempre que me tocaba. Brillaban por mí, y para mí.

Y eran mis ojos favoritos. Me gustaban más que los míos, y estaba dispuesta a verlos el resto de mi vida. Aunque fuese desde lejos.

— ¿No sabes?— Inquirí con un toque de sarcasmo, porque era obvio que él sabía. Solo estaba jugando conmigo, y a mí me divertía entrar en su juego.

— Necesito inspiración cuando estoy cocinando.

— ¿Qué tipo de inspiración?— mi pecho latía desesperado, angustiante, por una respuesta.

Y la suya fue con acciones. Tomó mis labios por sorpresa y casi me voy hacia atrás, pero él logró sostenerme. Mis manos subieron por su esternón, y las dejé descansar en sus hombros mientras le devolvía el beso que me estaba dando.

El Juego de SarahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora