Julie.

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Sarah

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Sarah.

La relación con mi padre no fue perfecta. Él ordenaba, yo cumplía. Él hacía algo, yo lo imitaba. Se encargó de enseñarme el mundo de los más habilidosos, y me dijo muchas cosas que aún resonaban en mi cabeza.

Soy un hombre, hija, y a los hombres se le llega de diferentes maneras, pero las más fuertes son: Por su polla, o por su corazón. Tú sabrás cuál es más fuerte en el momento.

No estaba segura de que manera funcionaba Ivar, pero estaba casi segura de que no se dejaba gobernar por la cabeza de abajo. Existían muchas mujeres para eso, y yo tampoco me rebajaría a dejarme usar de esa forma solo para conseguir esos terrenos.

Había visto una entrevista de Ivar donde hablaba sobre encontrar el amor. E iba a ayudarlo a hacerlo, aunque fuera solo una mentira para conseguir un fin. Eso fue algo bueno que conseguí en las entrevistas. Ivar, aunque pareciera un hombre duro por fuera, estaba necesitado de amor. Escuche muy bien cuando dijo: "Siempre he buscado a la mujer ideal para compartir mis aventuras, mi fortuna, y mi amor"

¡Maldición! Hasta podía citar sus palabras, estaban clavadas en mi mente.

— ¿Me dirás que es lo que quieres aquí?

La pregunta me abandono cuando el silencio se volvió muy áspero entre nosotros. Sus ojos detallaron cada parte de mi cuerpo, desde abajo hasta arriba, terminando en mis ojos. Podría asegurar que le gustaba, pero no quería ser precipitada, algunas veces, las precipitaciones no eran nada buenas. Y si había desarrollado el plan de tenerlo en mis manos, en los anteriores minutos, tenía que hacerlo funcionar.

Sonreí cuando no hubo respuestas.

— Lo imaginé.

— ¿Qué imaginaste?

— Que no ibas a contestar, eres tan idiota y tan predecible— hice el ademán de alejarme, y si, definitivamente era predecible porque sujeto mi muñeca y me acerco a él.

Distinguí dos líneas en su frente, y fui presente de cuando sus ojos se oscurecieron ante mi reto. Eran marrones, pero tenían el efecto de ojos negros cuando se enojaba o sentía cualquier otra emoción.

— No me conoces, Foster.

— Ni me interesa hacerlo, Stoll— hice un movimiento para soltarme, pero solo logré que me acercara más a él. Parecía algo demasiado íntimo, si alguien lo veía, pensaría que éramos una pareja en medio de un pequeño problema. Respire con calma y sonreí ante su descontrol—. Puede soltarme ahora, señor Stoll.

La diversión fue parte de mi tono, pero no causo que me soltara. Al parecer, no le gustaba seguir órdenes, y eso me parecía muy interesante. Estaba acostumbrada a que todos siguieran mis órdenes, mi padre quiso hacerme como él, y dar órdenes era una de sus cualidades. Tal vez, Florencia tenía razón en algo, mi padre no fue el mejor hombre, tenía una moralidad negra, una forma horrible de criarme, pero me enseñó a como mantenerme en pie, a como ser superior, siendo una mujer en un mundo de hombres. Y se lo agradecía, porque sus enseñanzas y ejemplos me tenían ahí, frente a ese hombre, retándolo en una batalla donde solo uno tiene ganaría.

El Juego de SarahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora