Tercer Comprador.

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Sarah

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Sarah.

Estábamos de camino al departamento de Ivar cuando recibí una llamada de Henry. Al no responder, me dejó un mensaje diciendo que era urgente que nos viéramos. La sorpresa fue, que hizo lo mismo con Ivar.

No sabía lo que quería decirnos. El mensaje era corto y solo pedía que fuéramos a su empresa. Me negué en llegar con Ivar, pero el hombre insistió hasta que no me dejó otra opción. Ahora, estaba en su auto, y estábamos a punto de llegar a la empresa de Henry Grifols.

Sus manos se flexionaban en el volante y tenía la vista fija al frente. Yo no era una amante de los autos, los usaba solo cuando eran necesarios y apenas conducía.

— ¿Qué crees que quería?

— No lo sé— contesté un poco cansada.

Ivar me miró de reojo y continuó conduciendo. Lo último que vi antes de llegar a nuestro destino, fue que giró a la derecha luego de poner las intermitentes.

— ¿Te pasa algo?

Negué con la cabeza, pero si me pasaba. Tenía días sin pensar en Henry, sin pensar en esos terrenos e Ivar tenía culpa de eso. Dejé mis prioridades detrás por estar pasando tiempo con él, y eso no estaba bien. Nada en mi vida estaba bien en ese punto.

No podía poner a Ivar como prioridad. Eso terminaría mal, en cualquier escenario que lo pusiera.

— No luces muy bien.

— No tengo un anillo— fijé para cambiar de tema y miré mis manos. Ambas manos sin ninguna joya. Realmente no me gustaban muchos los anillos, y aunque tenía un estante lleno de ellos, anillos costosos, de ediciones limitadas, no los usaba. Eran solo un adorno en la casa, se veían muy bien.

— Yo tampoco tengo uno— lo dijo con una voz que dejaba más a desear. Sin ganas.

Me bajé del auto con un suspiro y avancé a la empresa de Henry. Llegamos juntos en el auto, pero no iba a entrar a su lado. No quería que Henry sospechara de algo y se negara a venderme los terrenos.

Los malditos terrenos. Recordaba que le había prometido a Ivar dejar que obtuviera esos terrenos. Y no sabía que tan cierta era esa promesa, pero tenía peso y me molestaba. Me sentía como una vil traicionera por querer conseguirlos a como diera lugar, aún después de prometérselos a él.

Cada día me parecía más a mi padre.

Cuando entre, tome el mismo camino que la vez pasada y Henry estaba esperándome fuera de su sala de conferencias. Tenía una camisa azul y pantalones negros y necesitaba quitarse la barba.

No todos los hombres lucían bien con barba, Henry era uno de los que lucía como un abandonado con esta.

— Buenas tardes.

El Juego de SarahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora