Sarah.
Otra vez lo había permitido. Había dormido con Ivar.
Cuando me levante, lo vi dormido, y no sé si estaba tomando una mala costumbre de tirarle fotos, pero lo hice. Le tomé varias fotos, diferentes ángulos, y creía que estaba loca porque me atreví a poner mi mano en su pecho desnudo.
Le había confesado que me gustaba, y eso había llegado con un fuerte sentimiento posesivo, porque quería subir las fotos y que todos se enteraran de que estábamos juntos. Pero al mismo tiempo, no quería que nadie lo viera, quería esa vista solo para mí.
Me quedé admirándolo. Dormido lucía tan guapo y tan relajado, que no me atrevía a despertarlo. Era todo tan contradictorio, una parte de mí sabía que él era mi competencia, que tenía que sacarlo del medio para ganar. Pero la otra parte quería quedarse con él, cuidarlo, brindarle paz y...
Volví en mi misma y me alejé. No podía permitir que los pensamientos intrusos se adueñaran de mi mente.
Me levante de la cama y revise mi celular. Tenía dos llamadas perdidas de César, y un mensaje recordándome que hoy era mi visita al The diamond y a un nuevo hotel Foster que ya estaba amueblado. Me envió una lista larga de las cosas que tenía que hacer, pero solo me fijé en la del mismo día y el siguiente. Tendría una entrevista para hablar sobre el nuevo hotel de la cadena Foster, y sabía que también me preguntarían sobre mi vida.
Los entrevistadores no perderían el tiempo, ni la oportunidad y estaba segura de que harían preguntas sobre mi vida privada. Siempre lo intentaban a pesar de que no obtenían muchas respuestas de mi parte.
Le escribí a César para que estuviera listo para salir y entré al baño. Me di un baño de agua caliente y cuando salí, Ivar ya estaba despierto. Estaba en mi cama, sentado con tanta naturalidad que parecía ser yo quien invadía su espacio. Cuando me vio, sus ojos se pasearon por todo mi cuerpo, y se quedaron en mis piernas desnudas, donde la toalla no alcanzaba.
¿Debí sentirme incómoda? Porque no lo hacía. Al contrario, me gustaba su mirada.
Ivar me miraba como si fuese la mujer de su vida. Un sustento para seguir viviendo. Y yo no encontraba ningún problema.
Suspire sin poder evitarlo. Él me hacía hacerlo, me ponía nerviosa, y me mostraba a una Sarah que ni yo misma sabía que existía.
- Eres más guapa cuando te acabas de bañar.
¿Pasaríamos a los halagos? Sonreí y me acerqué un poco a él.
- Tú eres más guapo cuando te levantas.
Me regaló una sonrisa que mojaría mis bragas si las tuviese puestas. Literalmente, estábamos coqueteando, y la idea de seguir me estaba llamando, pero recordé que tenía que estar puntual para ir con César.
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El Juego de Sarah
RomansaEn la guerra y en el amor todo se valía. Y yo, simplemente mentiría sobre el amor en una guerra.