The Diamond.

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Sarah

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Sarah.

El ambiente estaba tenso. Con las miradas de Grace a Inés sobre mí. Pensé en marcharme, pero realmente tenía hambre y necesitaba pasar tiempo con Ivar para ejecutar mi plan.

— Lo siento mucho por haber interrumpido.

— Tranquila, solo hablábamos de negocios.

Le sonreí afable y bebí un poco de agua. Estaba frente a Ivar, y me molesté en molestarlo.
Mi pie chocaba con él suyo, y él parecía feliz con el contacto.

Estaba sonriendo, y cada que me miraba, lo hacía con deseo. Sin importar que había más personas presentes con nosotros.

— Es un placer tenerte por segunda vez en nuestra mesa, Sarah.

Mire al señor Stoll. Tenía una sonrisa amigable, y era todo lo contrario a su esposa. Decidí que si iba a ganarme a Ivar; tenía que ganarme a los miembros que más quería de su familia, y por lo visto, eran su padre y su pequeña hermana.

Lizzie miraba su anillo de bodas, y luego lo estiró en la mesa.

— ¿no es hermoso?

— Es bellísimo— retribuí y ella me sonrió—. Todas las mujeres quisieran tener un anillo así de bello.

La piedra que lo cubría era una esmeralda, rodeada de pequeños diamantes. Personalmente amaba los diamantes, tenía muchos, en diferentes tamaños y estilos. Fue un gusto que heredé de mi madre, y esa fue la fortuna que me dejó. Cosa que estaba incompleta, porque la mitad de los diamantes que me pertenecían se encontraban en los terrenos.

Suspire profundo y volví mi atención a la mesa cuando Grace habló.

— Yo ayudé a Liam a elegirlo— Grace no dejaba de mirarme. Y la ignoré volviendo mi atención a Ivar, con una sonrisa:

Lizzie se encargó de romper el silencio en la mesa. Era tan linda que me inspiraba confianza y ganas de entrarla en una caja de acero, una caja que no fuese llamativa, así nadie iba a querer romperla para llegar a ella.

— Gracias, Grace. Te invito a mi boda Sarah, puedes ir sola o con Ivar. Como es en varios meses, e imagino que ustedes solo se están conociendo, las cosas pueden cambiar.

No podía dejar de sonreír cuando ella me hablaba. Ivar se mantenía en silencio; pero lo veía mirarme, admirarme. Nuevamente, toque su pie por debajo de la mesa, y él devolvió el toque junto a una sonrisa.

— Estaré encantada de ir. ¿Dónde será la recepción?

— Aún no lo sabemos. Pero queremos que sea única, y espaciosa. Nuestras familias tienen demasiado invitados.

— La recepción puede ser en mi casa— dijo la señora Inés cuando terminó de beber de su copa de vino—. No hay mejor lugar que este.

Su voz era altiva e irritante.

El Juego de SarahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora