Sarah.
— No puedes hacer eso.
— Si, si puedo.
Cesar tenía más de 40 minutos dándome peroratas sobre porque no debería llamar a Jones en Nueva York.
— Sarah, escuchame bien, es imposible. Tu misma dijiste que llamar a Jones sería lo último que harías. Esto no es tan importante.
— Cesar, Julie mato a un hombre.
— ¿En qué situaciones? — inquirió con tono alto—. Julie se ha buscado todo lo que le ha pasado. Es una caprichosa, mimada con ganas de ser tú.
Las últimas palabras resonaron con fuerza en mi cabeza. Tenía razón, Julie no era la mejor persona, la envidia y sus caprichos hicieron que se fuera a New York, y ahora, como si fuese el destino, estaba a punto de volver a Londres. De donde salió desesperada en busca de atención.
Sabía que me odiaba, pero también sabía que nunca haría nada en mi contra. Era mi prima, tenía mi sangre. No podía ser una hija de puta con ella. No podía ser como ella había sido conmigo.
— Olvidemos las situaciones, Julie tiene mi sangre...
— Y te odia— refuto Cesar.
— Tengo que hacerlo. Es solo una llamada.
— Te saldrá cara, Sarah. Con Jones no se juega.
Ignore sus palabras porque solo creaban peso en mi espalda. Tome varias bocanadas de aire y cuando me sentía un poco lista, marque el número de Jones. Conté los tonos, un, dos, tres, cuatro.
Mi respiración se pausó cuando escuché su voz.
— Juraría que estaba esperando esta llamada, chiquita.
No iba a preguntar como sabía que era yo. Jones tenía una gran red, podría saber fácilmente quien lo llamaba antes de contestar, y por eso, era la mejor persona para ayudarme. La mirada de Cesar era de advertencia.
Él conocía que Jones no tenía límites, ni escrúpulos, y que estaba loco por tenerme.
Pero iba a deshacerme de él fácilmente. Le daría una buena cantidad de dinero, porque era mejor deber dinero a que deber favores.
— Requiero de tus servicios.
— necesitas mi ayuda— me corrigió y quise fulminarlo con la mirada. Pude recordar su rostro, y sus ojos malvados— En que puedo ayudarte.
Jones tenía 37 años. 10 años mayor que yo. Siempre lo veía con mi padre cuando era pequeña, pero nunca me atreví a hablar con él. Me aterraba, su mirada era la mirada de alguien que te haría vivir un infierno. Mi última interacción con él fue cuando yo tenía 15 años, y él 25. El imbécil mostró deseo por mí, y mi padre no lo soporto. Era celoso, en una forma extraña.
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El Juego de Sarah
RomansaEn la guerra y en el amor todo se valía. Y yo, simplemente mentiría sobre el amor en una guerra.