No hay dolor más grande para una hija que el rechazo de su madre.
¿Los monstruos se crean o se hacen? Rhaenyra lo descubrirá con 𝒜𝑒𝓂𝓂𝒶
Portada: @Spider_Kath ❤️
Aemma y Aemond aparecieron en el Gran Salón tras una pomposa bienvenida.
Todo el mundo estaba maravillado, Aemma lucía esplendida con los colores de sus casas y su maravilloso cabello blanco se encontraba cayendo sobre su espalda en ligeros rizos.
A su lado, Aemond lucía impecable, mantenía ese porte elegante que caracterizaba a los hijos de la Reina.
Ambos caminaron hacia donde sus padres estaban e hicieron una reverencia.
Los reyes se encontraban confundidos.
Sus hijos, quienes solían creer que estaban pegados por las caderas, lucían lejanos e, incluso, tímidos frente al otro.
No habían sonrisas ni miradas cómplices.
El Rey acarició la mejilla de Aemma y le dió una sonrisa a su hijo.
—Feliz día de nombramiento, mis niños.
—Es hora de abrir los regalos.—Dijo la Reina recibiendo sonrisas incomodas de parte de ambos.
El regalo otorgado por el Rey a Aemond fue un corcel.
Todo el mundo estalló en aplausos pero Aemond no parecía emocionado.
Luego fue el turno de Aemma, la princesa boqueo como un pez fuera del agua cuando observó cómo su padre pedía que trajeran a Fuego Oscuro.
—Yo, Viserys I Targaryen, Señor de los Siete Reinos.—Extendió la espada hacia su hija.—Te entrego a ti, mi sucesora, Aemma Targaryen, la espada del Conquistador para tus futuras batallas sean todas favorables.
Aemma temblaba como una hoja mientras aceptaba entre sus delgadas manos la espada del Conquistador.
Todos miraban atónitos la escena, aquella espada habia pasado de mano en mano de Rey en Rey,
Un movimiento en la fortaleza seguido de un escandaloso rugido los hizo temblar a los presentes excepto a la familia Real.
Vermithor se había posado en la torre más alta del lugar logrando aquellos movimientos tempestuosos.
Aemma no pudo evitar sonreir elevando la espada en el aire ganando vítores a su nombre.
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