24:El dragón

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La dolorosa verdad golpeó a Aemma cuando luego de  un día y una noche de trabajo de parto agónico su fe y esperanza se rompió cuando sostuvo a su hija contra su pecho.

—¡AHHH!—Los gritos de Aemma resonaban en las paredes de piedra pulida, su dolor era el de sus aliados, quienes detuvieron la reunión.

—¿Qué sucede?

—La Reina ha logrado expulsar al niño.—Dijo el maestre.—Ella...—Miró al suelo.—El bebé es una mezcla entre un dragón y un humano.

Aemond se puso de pie tan rápido que la mesa se estremeció.

Cregan se sostenía los cabellos con frustración, oir a su esposa dando gritos era su mayor pesadilla.

—Debemos ir.

—Su majestad ha pedido estar sola.

Mientras tanto Aemma acariciaba las escamas ardientes que cubrían la piel de su hija, sus dedos llegaron a la ligera cola que tenía.

—Aemma.—La clara voz de su primer esposo resonó en la soledad de la habitación.

—N-no... vete.

—Por favor...—Se oyó la voz de Aemond, seguramente a su lado.

—Es un monstruo...—Susurró más para si misma, una ligerísima capa de cabello oscuro cubía su cabeza, a diferencia del resto de su cuerpo, que eran pálidos.

La puerta fue abierta con suavidad, ella aún se mantenía en el suelo donde había dado a luz a su hija, un charco de sangre la rodeaba y se encontraba totalmente desnuda aferrada al cuerpo de su hija.

—N-no la vean...—Rogó entre lágrimas mientras la pegaba a su pecho.

Aemond la cubrió con una manta mientras Cregan se acercaba y miraba la suave y ligera peluza en su cabello de color negro.

—Tenías razón.—Le recordó Aemma mientras se mecía para evitar aceptar el dolor que recorría su cuerpo.

Aemond tomó la mano de su esposa con suavidad ayudándola a soltar a la bebé.

Sus ojos admiraron al ser entre a sus manos ahora, su cuerpo estaba oscuro, seguramente por el pronto nacimiento y la muerte inminente, sus labios eran pequeños y sus ojos cerrados parecían hinchados.

Pero, lo que más lo sorprendía, era su apariencia de dragón con escamas color bronce y una cola corta.

Ninguno dijo nada en toda la noche que pasaron en la habitación con las puertas cerradas.

Se encargaron ellos mismos de limpiar a Aemma y vestirla, de limpiar la sangre y desechar la placenta que seguía en el suelo.

Luego, durante la fría noche, se mantuvieron mirando a la noche entre sus brazos hasta que el alba apareció y Aemma despertó.

En silencio, con suavidad y dolor, empezaron a prepararla para el funeral.

—Descansa, cielo mío.—Dijo Aemond besando su frente.—Iremos a vestirnos y luego nos ocuparemos de ti.

Aemma asintió en silencio mientras observaba como las Hermanas Silenciosas tomaban a su hija y se la llevaban.

Finalmente fuera ambos estallaron el lágrimas silenciosas.

El dolor de perder a su hija era evidente pero debían ser fuertes por su esposa.



***







Aemond tocó la puerta de Cregan un rato después, sin dudarlo se abrazaron con fuerza.

El amor en común los unía, Aemma era el vínculo irrompible que los mantenía juntos.

—Aemma nos necesita fuertes.—Sentenció Aemond.—Es hora de ir a la guerra, hermano.

—El invierno se acerca.

Ambos se dirigieron hacia la habitación de Aemma que en aquel momento se encontraba vacía.

Sin pensar Aemond tomó por la armadura al guardia que estaba en el pasillo.

—¿Dónde está la Reina?

—S-su ma-majestad...

—¡¿DÓNDE ESTÁ LA REINA?!

—En el salón d-del Con-consejo.—Dijo el guardia antes de caer al suelo.

Los príncipes consortes caminaban por los fríos pasillos del Castillo cuando oyeron los pasos presurosos de los guardias abandonar el salón del consejo.

Se quedaron estáticos en la puerta al ver a Aemma vestida con su armadura completa, como en los viejos tiempos, con Fuego Oscuro aferrada en su cadera y su cabello en una ajustada trenza mientras miraba la mesa de fuego con ojo crítico.

—Finalmente llegan.—Dijo Aemma a sus esposos.

No parecía ser la misma que habían visto hacía un momento.

—¿Qué hacen ahí de pie?—Preguntó nuevamente.—Es hora de planear el ataque.

Todos miraron a la Reina con respeto, el fuego ardiendo en sus venas siempre fue evidente y la sonrisa ladeada que anunciaba el inicio del caos les generó escalofríos.

Aemma pasó diez años criando a sus hijos con amor y calidez, ocultando en la parte oscura de su alma su verdadero fuego.

Ella no tendría contemplación con los que había usurpado su Trono y ahora osaban llevar la Corona del Usurpador.

Ella llevaría Fuego y Sangre, no le importaba terminar con todo Poniente con tal de aniquilar a todos aquellos que hincaron la rodilla ante la Reina Falsa.

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𝔸 𝔼 𝕄 𝕄 𝔸 ||  𝕃𝔸 ℂ𝔸𝕊𝔸 𝔻𝔼𝕃 𝔻ℝ𝔸𝔾𝕆ℕDonde viven las historias. Descúbrelo ahora