No hay dolor más grande para una hija que el rechazo de su madre.
¿Los monstruos se crean o se hacen? Rhaenyra lo descubrirá con 𝒜𝑒𝓂𝓂𝒶
Portada: @Spider_Kath ❤️
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El vestido rojo con negro era simplemente maravilloso, su cabello se encontraba recogido en un intrincado peinado decorado con un par de joyas y sus labios estaban teñidos de rojo.
La capa de piel de lobo que llevaba sobre sus brazos había sido un tema controversial, aún así, el calor que desprendía fue lo único que evito que siguiera temblando como una hoja.
El Gran Salón del Trono de Desembarco del Rey estaba abarrotada de nobles, caballeros y plebeyos. En el trono de hierro, el Rey Viserys I Targaryen, observa con una mezcla de orgullo a su nieta, la Princesa Aemma Velaryon, de la Casa Targaryen, de pie ante él.
—Señores de Poniente, los he reunido aquí hoy para un anuncio de gran importancia. Como saben, mi salud no es la mejor y el futuro del reino es algo que me preocupa profundamente. Por ello, he decidido nombrar a nieta, promogénita de mi primogénita, la Princesa Aemma Velaryon, de la casa Targaryen, como mi heredera al Trono de Hierro.
Los murmullos fueron audíbles, algunos mencionaban a la antigua Heredera, su madre, y otros mencionaban que ella era, sin duda, el renacer de la Reina Visenya, tan bella e inteligente como ella, pero todos estaban de acuerdo que la joven sería una buena Reina.
Viserys bajó del Trono y Aemma desenfundó a Fuego Oscuro, sin preámbulos se arodilló ante el Rey sosteniendose de la espada.
—Mi sol...—Viserys susurró antes de poner la corona del Conquistador con orgullo.
Aemma se puso de pie con rostro serio, ambos se miraron y la seguridad llenó su cuerpo.
—¡Salve princesa Aemma, princesa de Dragonstone!—Se oyó desde el público la voz de Aegon y ella sonrió hacia su hermano.
Los tres, sus hermanos amados, gritaban su nombre con entusiasmo y aplaudían su hazaña.
Aemma suspiro, ahora estaría todo bien.
***
—Largo.—Aemma asintió hacia sus damas cuando la voz de su hermano se hizo oír.
Ellas se fueron dejándola a medio desvestir.
—No recuerdo solicitar tu presencia.
—Tu reclamo necesita fuerza.—Dijo Aemond.—Necesitas tomar como esposo a uno de nosotros, no al salvaje.
Aemma permaneció en silencio mientras las hábiles manos de Aemond aflojaban el corset.
—Sabes que lo que digo es verdad.
—Lo amo.
—¿Más que a mí?
Aemma sostuvo el corset contra su pecho para evitar quedar desnuda ante él.