30: El invierno llegó para Poniente

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Aemma miró a los escasos habitantes de Desembarco del Rey  con severidad, la población, debido a la guerra, había menguado considerablemente y  habían aprendido a ser mucho más feroces.

Habían atacado a Arrax y a Carax, intentando terminar con sus vidas con picos, palas, cuchillos de casa y palos.

Una total vergüenza.

Todo paro cuando Vhagar, seguido de cerca por Vermithor, aparecieron quemando todo a su paso.

Todo aquel que se levantó en contra de la legítima Reina Aemma, pereció.

No hubieron más sobrevivientes que aquellos que se refugiaron en sus hogares, los cuales no fueron muchos.

Aemma, quien parecía pensativa, fue coronada más pronto de lo que ella misma hubiera querido.

Sus hijos estaban regresando desde Essos y ella a duras penas lograba mantenerse de pie durante un par de minutos, pero todos estaban desesperados por acabar con el recuerdo de Rhaenyra.

—¿Tomó una decisión, majestad?

Aemma miró a sus esposo con seriedad, no quería hacerlo.

—Rhaenyra se quedará en la torre, quizás pronto sea Jacaerys y mis... hermanos, quienes vuelvan aquí y puedan verla.

—Ella no tuvo compasión cuando...

Debes parar, Aemond.—Dijo Aemma en su lengua materna.—Se hará lo que yo ordene.

Una vez vacía la sala, Aemma extendió sus manos hacia sus esposos, quienes no dudaron en ayudarla a ponerse de pie.

—Esta tarde llegaran a muelle.—Dijo Cregan con suavidad.—Nuestros hijos están bien.

—Rickon...—Musitó recordando su sueño en el limbo.

—El principe de Rocadragón.—Dijo Aemond con orgullo.—Será un gran Rey.

Aemma lo miró con lágrimas en los ojos.

—Quiero descansar un momento.

El atardecer llegó junto a una intensa lluvia  que parecía querer limpiar un poco la cantidad de cenizas de todo Desembarco del Rey.

Aemma, en una silla especial esperaba en la entrada de la Fortaleza Roja, Aemond y Cregan, seguidos de cerca por Lucerys y Erryk, eran los encargados de escoltar a sus familias.

Una mirada de lástima de parte de Helaena bastó para que Aemma entendiera que ella también lo sabía.

—El ascenso del improbable traerá paz a Poniente.—Murmuró Helaena cuando los carruajes aparecieron en el horizonte.

Aegon, a su lado, frunció el ceño antes de acercarse a ayudar a bajar del carruaje a su madre.

Aemma se tensó de inmediato cuando notó que cargaba, nuevamente, luto.

La ausencia de Ser Criston Cole y la mirada perdida de Lucerys, quien bajó con su hijo menor en brazos, hizo que una lágrima corriera por su mejilla.

Alysanne, Viserys, Rhaegar, y el pequeño Baelon en brazos de Aemond, hicieron presencia junto a Alicent, Jaecar y Harryn, los hijos de Helaena,

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