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14: Bastarda

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Bastarda... Bastarda... Bastarda...

Las palabras la perseguían a todas horas.

La culpa palpitaba contra su pecho y su respiración estaba atascada en su garganta.

¿Bastarda?

¿Era acaso una Strong?

¿En sus venas corría sangre del hombre del que oyó miles de burlas tras su muerte?

¿Era hija del hombre al que envió a golpear con Ser Criston cuando fue menospreciada?

Un grito aterrador salió de su garganta cuando se encontró golpeando el espejo de su habitación hasta hacerlo añicos.

Su sangre se encontraba en todo el lugar, pero ella solo podía ver sangre sucia y contaminada, sangre bastarda, sangre traidora.

Un par de manos la detuvieron antes de que una tragedia fuera cometida, entre abundantes  lágrimas múltiples manos intentaron tocarla, ella solo se retorcía alejándose del toque.

—¡No! ¡No!—Grito cuando reconoció el perfume de la Reina y de su abuela.

Soltandose de los maestres cayó al suelo clavando aún más profundo las astillas de vidrio.

—No me toquen, no, por favor, su alteza, su majestad.—Rogó desde el suelo, no era capaz de mirarlos a la cara.

—Mi niña, mi dulce princesa.—Sollozo la reina intentando acercarse.

—¡No, no quiero ensuciarte!

—Solo es un poco de sangre, mi amor...

—¡Mi sangre es sucia! ¡Está contaminada!—Su sollozo se hizo más intenso.—¡Soy una escoria!

—No, no lo eres, hija...

—¡No lo soy! ¡No soy tu hija! —Los recuerdos la hicieron temblar abrazándose a si misma.—Soy una bastarda...

Los jadeos no se hicieron esperar, nunca en toda su vida Alicent hubiera esperado esas palabras de su hija.

—Nadie se mueva.—Dijo el Rey.—Cierren las puertas.

Aemma a duras penas logro mantener la mirada del Rey contra la suya.

—¿Quién te dijo eso?

—Rhaenyra.

Un golpe sobresaltó, Daemon la miraba desde la puerta con una auténtica mueca de dolor y culpa, había roto uno de los jarrones llenos de flores que Aemma amaba.

—Eso no es cierto.—La voz de la princesa Rhaenys hizo que su labio tiemble.

Se puso de pie a duras penas, fue cuando notó que incluso sus hermanos se encontraban ahí, observándola con tristeza.

Aemma dudó un segundo antes de arrancar el collar de Laenor de su cuello.

—No-no... No lo sabía, no pienso manchar más el nombre de su casa, su alteza.—Aemma colocó contra el pecho de la princesa la gema.—Puede castigarme como quiera...p-porque soy la muestra del delito.

Rhaenys soltó un sollozo mientras tomaba a la joven contra su pecho.

—Eres mi nieta, mi preciosa Aemma.—Dijo tomando su rostro entre sus manos.—Eres y siempre serás un Velaryon.

—Aemma...—La llamo el Rey.—Ven, deben quitarte esos vidrios...

—No...—Dijo Aemma.—No pueden aceptar esto...—Sorbio su nariz.—Si la gente se entera...