Saga: Petrovic
Libro: 3
En un mundo donde el destino y la magia se entrelazan, Zinerva una lobita café sin manada, se ve envuelta en la profecía que predice una guerra descomunal liderada por cuatro Alfas Puros. Su simple atracción hacia estos cuatr...
—¿Estás seguro de lo que harás? —pregunta por quinta vez hoy.
—Si existiera la mínima posibilidad de encontrar a tu compañera, ¿lo harías? —replico, observando cómo su silencio confirma mi punto.
—Nunca habías dejado la manada por tanto tiempo, será sospechoso.
—Estaré fuera como máximo una semana. Nadie debe darse cuenta, sigue con normalidad —respondo mientras cierro mi pequeña maleta.
—Espero que ella esté ahí, pero es arriesgado. Si te atrapan, nadie te podrá sacar de ahí —dice, acomodándose el cabello con frustración.
—No me atraparán y no sabrán que fui yo. Ya lo hemos hecho antes, entrar y salir sin ser detectados.
Ellos se creen invencibles, pero están muy equivocados. Creen tener infiltrados en mi manada y disponer de información valiosa. Solo son cachorros jugando a ser Alfas. Yo llevo este puesto desde los quince; ellos apenas están empezando. Siguen ahí porque no son una amenaza. Sus padres lo eran, especialmente el mayor, pero ya no están al mando. Gracias a eso, he podido crecer.
Si ella está ahí, esa dulce y pequeña lobita de pelaje castaño rizado, seré el hombre más feliz del mundo. Solo me falta eso, mi Luna, mi reina, mi todo. Lo que me desconcierta es no haberla encontrado antes. Visité su manada varias veces con la misma intención. Hay muchas hembras allí, pero nunca la encontré. Aunque antes no sabía ni siquiera qué buscaba. La Diosa Luna me dio un vistazo del futuro hace... No podría estar más agradecido. Sesenta años sin compañera, sin una mujer que gobierne a mi lado. Demasiadas décadas juntas.
—Voy a traer a mi Luna, eso tenlo por seguro —digo, abrazándolo con fuerza.
—Cuida a mis hermanas y sobrina —pido, y él asiente.
—Al menos date un baño antes de conocerla y córtate esa barba —sugiere, y me río.
—Pensaré lo del baño, pero olvídate de la barba —respondo, recibiendo unas palmadas en la espalda.
Salgo de mi casa por los túneles. Al llegar a las afueras de la manada, un grupo de deltas previamente escogidos por mí ya me espera. Unos pocos kilómetros más y estaremos en Estados Unidos, el territorio de los trillizos Alfa, o eso es lo que todo el mundo cree.
Mi lobo se inquieta, y eso es una buena señal, una pequeña esperanza. Con cada paso más cerca estoy de ella, y mi lobo gruñe y se impacienta. Él lo presiente y yo haré que se haga realidad.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
| Zinerva |
Despierto sintiendo cómo babeo, pero es culpa de los distintos olores tan atrayentes que inundan mi nariz: madera, cítricos, miel y libros. Sin embargo, no me provocan hambre; causan un efecto distinto en mí, algo desconocido que nunca había sentido. Limpio mis labios con el dorso de mi mano y de inmediato noto que la superficie donde estoy no es la plataforma suave; es cálida y firme. Abro los ojos y me tenso al ver que estoy sobre el pecho desnudo del mayor. Levanto mi cabeza para confirmar y efectivamente es él, pero eso no es lo que mantiene cada uno de mis músculos tensos. En mi habitación, en mi plataforma suave, están los tres. El de ojos avellana está acostado enfrente de mí, su cabeza a la altura de mi pecho; solo tiene una tela que cubre su entrepierna. Pero él no es quien tiene su brazo en mi cintura. Volteo mi cabeza hacia atrás todo lo que puedo para ver a Arman; me tenso cuando él pega su cabeza a mi hombro. El mayor de ellos respira más fuerte; mi cabeza está sobre su pecho. La plataforma es pequeña y tienen que estar todos pegados a mí, e incluso el de ojos avellana tiene una pierna afuera colgando.