Saga: Petrovic
Libro: 3
En un mundo donde el destino y la magia se entrelazan, Zinerva una lobita café sin manada, se ve envuelta en la profecía que predice una guerra descomunal liderada por cuatro Alfas Puros. Su simple atracción hacia estos cuatr...
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| Zinerva |
Él está buscando entre la ropa que trajo mamá. Toda es muy bonita; no entiendo por qué no elige cualquier cosa.
— Tesorito —me llama para que le preste atención ya que estaba mirando las telas—, no entiendo por qué no usan mi nombre—. ¿Prefieres un pantalón o un vestido?
— No sé qué es un pantalón.
— Es lo que llevo puesto. Si te coloco un pantalón, debes usar también una camisa —dice señalando la tela que está en su torso.
— Pantalón —lo elijo solo por curiosidad.
— Supongo que este pantalón con esta camisa quedarán bien. ¿Te gusta? —él me los enseña, pero a mí me da igual; solo quiero que me vista para ir a ver dónde están sus otros hermanos. No entiendo por qué invitaron gente si estábamos bien solos.
— Sí, me gusta —tampoco entiendo por qué le da tanta importancia a las telas que usaré.
Quiero salir de aquí con él para saber lo que hacen sus hermanos. Si no están aquí, es porque están haciendo otra cosa y quiero ver lo que hacen; seguro será más divertido que elegir la ropa que usaré.
— Acércate, te enseñaré cómo se colocan los pantalones y las camisas, para que tú puedas vestirte sola a partir de hoy —lo miro curiosa; eso sí es algo importante.
Él se quita su pantalón y camisa, quedando con la fina tela que cubre su trasero y la parte delantera de su cadera, vientre bajo y muslos. Veo cómo se vuelve a poner la camisa y el pantalón; no es difícil si sabes cuáles son los huecos para la cabeza y las piernas.
— ¿Fácil, verdad? —pregunta y yo asiento—. Te dejaré sola para que te vistas. Estaremos en la cocina; Arman está preparando un almuerzo especial —sin más, se va.
Yo agarro lo que él escogió y me quito el vestido. Después, me coloco el pantalón y la camisa. El pantalón me queda algo flojo en la cintura, pero no se me cae. La tela de la camisa es gruesa. Me voy al pequeño cuarto donde guardan toda mi ropa y saco los tacones de la caja en donde estaban guardados. Me los coloco y camino un poco; me cuesta utilizarlos, pero creo que se ven bonitos y me encanta tener algo del color de los ojos de ellos. Estos son del color de ojos del mayor; tal vez mañana utilice los otros.
Salgo de mi habitación cerrando la puerta. Me siento rara caminando con los tacones, pero a la vez muy feliz; quiero ver su reacción cuando me vean con esta ropa. Por alguna razón, quiero que la cara de ellos se ponga rosada; creo que se ven muy bonitos.
Al llegar a la cocina, ellos están de espaldas. Me sorprende ver que ahora todos están vestidos iguales: tienen pantalones y camisas negras, también zapatos del mismo color. No notan mi presencia porque oculté mi olor y fui sigilosa con mis pasos.
— Nuestros mates son unos machos muy guapos —dice Accalia.
Ruedo los ojos por las ocurrencias de mi loba; si fuera por ella, se tiraría encima de ellos y no se les despegaría.