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Los miro a los cuatro

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Los miro a los cuatro. Alex me sacó del establo para traerme de vuelta a la casa. No me convenció de salir hasta que me dijo que era para hablar de algo importante, y sus expresiones no me están agradando.

—¿No van a hablar? —en todo este tiempo, que no es mucho, han estado en silencio.

He notado que a ellos tres les incomoda mi nueva actitud. Ahora hay una barrera; no me tratan como antes, como cuando apenas podía decir algunas frases que en verdad sabía de memoria. Pensé que aprender su idioma nos uniría, pero es como si yo hubiera puesto una barrera entre nosotros. Siguen siendo igual de afectuosos, pero eso es lo único. Ni siquiera hemos hablado mucho. Mi único consuelo es que Alex sigue siendo igual conmigo: me habla, está pendiente de lo que hago, aunque intente fingir que no, para que no me sienta agobiada, y sigue siendo amoroso y detallista.

—Tesoro, como sabes, ayer conseguimos el permiso que necesitábamos para reclamar una parte del territorio sin dueño y unir nuestras manadas —hace una pausa, como si lo que acaba de decir fuera incomprensible para mí. Solo asiento para que entienda que comprendo—. Queremos tomar acción de inmediato mientras aún tenemos el factor sorpresa sobre los Rogers. Será un problema sacarlos de ahí, ya que la mejor parte, donde podríamos unir las manadas sin tomar tanto territorio innecesario e inútil, está poblada porque es una gran fuente de alimento. Pero es la parte más corta y factible de unión que encontramos, y beneficiaría a ambas manadas.

—Con desalojar quieres decir matar a quien se interponga —si no quedó claro, es una afirmación. Las miradas rápidas que se dan entre ellos me confirman sus intenciones.

—Tesoro, nadie saldrá herido. Les daremos un aviso para que desalojen y, si no, tendremos que...

—¡Tendrán que asesinarlos! —me levanto del mueble. Alex intenta tomar mi mano, pero me alejo—. ¡Es obvio que van a pelear, les están quitando las migajas o las sobras que pueden encontrar! —mis ojos se llenan de lágrimas; la rabia que siento no es normal.

—Tesoro, es necesario...

—¿No piensan darme una solución para que crea que no son seres desalmados? —los miro a los tres; todos desvían la mirada. Observo a Alex; él la mantiene, pero no me da una respuesta—. ¿Cómo pensaban que reaccionaría a esto?

—En realidad, no pensamos que te afectaría tanto. Creímos que el único problema sería... —Anakin le da un codazo en el brazo a Tosha para que se calle.

—Tú no vuelvas a pegarle, y tú termina de hablar —me separo unos pasos al ver que Alex tiene intenciones de acercarse a mí. A este punto me encuentro a unos dos metros de ellos; los cuatro siguen sentados en los muebles.

—Le pego porque no debe decir todo lo que piensa. Eso puede herir y...

—Prefiero que sea espontáneo y genuino a calculador, solo para hacerme sentir bien —Anakin se mantiene callado. Puedo sentir que mis manos tiemblan por la fuerza con la que cierro los puños.

Zinerva: Legado de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora