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«Hoy deberíamos haber vuelto.»

Sacudo mi cabeza; me duele, y si pienso en eso de nuevo, tendré jaqueca. Estar lejos de ella no nos ha debilitado, pero sí afecta nuestra concentración y nuestro sueño, sin contar los sentimientos.

—Debemos llegar antes de que cumplamos un mes —frunzo el ceño.

—¿Desde cuándo eres tan detallista, Ivaylo? —mi lobo guarda silencio—. No te avergüences, somos uno. ¿Recuerdas?

—Se lo dices a alguien, y en el próximo ataque que hagan no te voy a dejar transformar —termina su amenaza gruñendo mientras muestra sus dientes, y yo me río.

De repente, siento algo frío en mi cabeza. Cuando me miro, toda mi ropa está empapada; volteo la cabeza hacia atrás y encuentro a Anakin con un balde vacío.

—Dicen que la locura se quita con agua fría; aquí no me vas a dejar solo. Ni loco te voy a llevar a que la veas hasta que terminemos —sale de la cabaña y, para colmo, me deja el balde en el suelo.

Me deja el valde en el suelo, acaso no ve que por fin deje todo ordenado después del ataque que hicieron. Si antes pensaba que todavía estaba herido, y ahora cree que perdí la cordura, seguro esta aterrado de quedarse solo aquí. 

—Jajajaja —gruño al escuchar la carcajada de mi lobo.

Él, al no ser la conciencia dominante, ahora puede desconectarse de lo que siento; por ende, yo fui el único que sentía lo fría que estaba el agua. Bloqueo nuestro enlace y, al fin, tengo silencio en mi propia mente.

Suspiro y salgo de la cabaña. Es una noche oscura, no hay luna y me toca hacer guardia; por eso vino Anakin. Camino por las fronteras; aunque salí herido de nuevo, no les quedará más ganas de atacarnos a los pocos que dejamos ir, ya que estábamos cansados, por cierto deje que Ivaylo se divirtiera un poco con los que pudimos atrapar al principio. 

Se vuelve de día y paso por algunas cabañas para finalizar mi ronda. Me da gracia que me miren los rogers desde la seguridad de sus nuevas cabañas; no es difícil acostumbrarse a una. Ellos vivían en pequeñas cuevas que la mayoría de ellos creaban; siempre necesitamos un lugar que nos haga sentir seguros, aunque solo sean unas paredes que podemos romper fácilmente.

Para nuestra desgracia, no son fáciles de ganar. La desconfianza es lo que los mantuvo vivos todo este tiempo, por eso no maté a la hembra que me apuñaló; sí le di un regaño corto, pero no puedo culparla por intentar aprovecharse de mi descuido. No es una cachorra, llegó a la edad que tiene por aprovechar sus oportunidades, pero no es lo mismo atacarme antes de jurar lealtad a atacarnos a todo y querer meterse con las pocas crías y hembras que hay. 

Sonrío cuando capto una pequeña risa de un pequeño que me ha estado siguiendo desde que pasé por su cabaña. Su madre no debe estar muy lejos; creo que es la primera vez que deja que sus cachorros deambulen un poco lejos de ella.

Utilizo mi velocidad para desaparecer de su vista y reaparecer detrás de él. Es más grande de lo que imaginé, tal vez unos seis años, aunque aparenta unos doce años humanos. Debe ser el cachorro primogénito de esa familia.

—Es de mala educación espiar a las personas —el cachorro se petrifica y, cuando reacciona, intenta huir, pero yo me coloco frente a él. Está sin ropa—. También es de mala educación no utilizar ropa en sitios públicos.

—Me pica —murmura con la cabeza agachada. Es inteligente; sabe que, si intenta huir, lo atraparé.

—Empieza entonces por unos shorts; estoy seguro de que le dejamos toda la ropa que necesitan a tu madre.

—Sí.

—¿Sí, qué?

—Sí, Alfa.

—¿Te gusta espiar? —Él niega de inmediato, y mi sonrisa se borra—. Mentirle a tu Alfa va en contra de las reglas; muchos perdieron la cabeza por eso.

Zinerva: Legado de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora