Saga: Petrovic
Libro: 3
En un mundo donde el destino y la magia se entrelazan, Zinerva una lobita café sin manada, se ve envuelta en la profecía que predice una guerra descomunal liderada por cuatro Alfas Puros. Su simple atracción hacia estos cuatr...
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| Antosha |
Observo intrigado a ambos rogando para que no tengan una conversación privada, esto se va a poner bueno y, si tengo la oportunidad, sacaré algo de todo lo que tengo retenido.
— ¿Ahora qué quieres? —pregunta él sin dejar de sonreír.
— ¿Dónde está?
— Sé más específico —él recuesta la espalda contra la pared; ninguno de los dos deja de mirarse.
—Tú sabes qué es— Arman no muestra ninguna emoción.
Es un claro indicio de que está a nada de perder los estribos. Arman nunca se le tirará encima, pero sabe cómo hacer sufrir a alguien sin tocarlo. Al ver que él solo se encoge de hombros, desinteresado de la conversación, sigue hablando.
— ¿Qué hiciste con mi cuadro?
—Jajaja —él tiene que taparse la boca para no despertar a mi tesoro.— De todas las cosas que me imaginé, esa nunca pasó por mi cabeza.
— ¿Qué hiciste?
—Tranquilo, no tiraría a la basura semejante obra. Es un buen cuadro, nunca te imaginé como un macho sensible, talentoso y con buen ojo.
Él nos hace una seña para que lo sigamos. Arman se levanta de inmediato y lo sigue. Yo dudo en dejar a mi tesoro, pero sé que tardará en despertar, así que me voy detrás de ellos. No me voy a quedar con la intriga.
Él nos lleva hasta otra sala más pequeña, llena de libros y un par de muebles. Lo que también hay son otros cuadros en cada pared. Él se va a una esquina de la habitación y saca un cuadro grande. Reconozco la imagen, o mejor dicho, el momento en que se inspiró. Fue la primera vez que la vimos en su forma humana, solo que su cabello está al largo que lo tiene ahora, pero esta vez hay la silueta de cuatro lobos detrás de ella y un fondo celeste.
—Acaban de pintar el cuarto lobo que le faltaba, estaba a punto de colocarlo en nuestro dormitorio, es el lugar en que pasa más tiempo en la casa. —Él rasca su cabeza— pero si lo quieres, te lo doy. Al final es tuyo.
Yo solo sonrío, no pensé que esto fuera por un mísero cuadro. Seguro Arman se lo regala, no es tan posesivo. Pero no podía estar más equivocado. Arman se acerca a él y le arrebata el cuadro.
—Tú vuelves a tocar mis cosas y te arranco las manos— sin darle siquiera tiempo de reaccionar, se da la vuelta y yo me aparto de su camino.
Cierra la puerta con fuerza; ninguno de los dos se mueve por algunos segundos.
—Qué infantil es tu hermano— yo lo miro mal.
— ¡Mide tus palabras! —él arquea una ceja. Sé que tiene razón, pero nunca me pondré de su lado si mi hermano está del otro.
—Yo no quiero ser su enemigo, vi el cuadro, me gustó y lo tomé, igual que a ella. No es mi culpa que sean incompetentes cuidando sus cosas.
—No caigas en sus provocaciones— dice mi lobo Vovk.