62.

117 11 3
                                    

—¿A qué le huyes?

—Ya sabes la respuesta.

—¡En serio le huyes a una tierna omega!

—Guarda silencio, Antosha.

—Es difícil sacarte de quicio.

—Prueba otra estrategia para intentar sacarme información. Tengo dos hermanas, créeme, las hembras son las mejores en sacar secretos, sobre todo ella. Esos ojazos me parten en dos el alma sin intentarlo.

—¿Entonces para qué te resistes?

—No lo sé. Supongo que por vergüenza, porque ella ya sabe que no soy el Alfa que quiero aparentar ser, el que ella merece.

—Créeme, sus expectativas de nosotros están en cero. Eso es refrescante, no tenemos que hacer algo para impresionar. A ella le da igual un millón de dólares o uno, no entiende las estúpidas expectativas que los demás tienen sobre los Alfas, tampoco es interesada y se descubre a sí misma cada día. Es simplemente perfecta, y no creo que darle vueltas al asunto le esté ayudando. Creo que ella puede llegar a sobrepensar o malinterpretar las cosas muy rápido...

Él deja de hablar cuando yo empiezo a entrar al río.

Es el mismo río donde él me encontró, el mismo río que... al que él me traía, donde me contó lo que mi abuelo le hizo.

—¿Tu padre te contó la historia de esto?

Sorpresivamente, él me mira genuinamente confundido, pero después se recompone. Aunque no intenta ocultarlo, solo no quiere ser tan obvio en algo que desconoce. Esa es una de las características que más me agradan de Antosha: es genuino. Es difícil encontrar a un Alfa así.

—Dijo que en...

—En aquella cueva oculta se escondía.

—No, dijo que en aquella cueva jugaba con mi abuela.

Mientras hablamos, yo dejo que el agua me llegue al cuello. No todo el río es profundo, en realidad yo cavé un poco para poder crear una pequeña piscina natural, aunque con algunos días el río rellenará esto con la tierra que corre con la corriente.

«¿Por qué él cambió la historia?»

Veo cómo se sienta y me mira. No pregunta cómo lo sé, aunque se nota que lucha consigo mismo para no hacerlo, para no saciar su curiosidad. Seguro con temor a que deje de hablar.

—¿Te llevas bien con tu abuelo?

—¿Cuál de los dos?

Una simple pregunta duele. Ellos son afortunados de tener dos.

—Petrovic.

—Sí, aunque ya no nos vemos tan a menudo. Están visitando todo el mundo, tal vez vengan cuando les llegue la noticia de nuestra Luna.

—¿Hay alguien en tu familia con quien no te lleves bien?

—No—responde de inmediato—. Todos me aman—sonríe, y yo me sumerjo.

«Tienes razón, todos los aman»

Vuelvo a la superficie casi dos minutos después. Me he quedado hasta cinco minutos enteros bajo el agua, a veces más, solo que en esos momentos no llevo la cuenta.

—Debemos regresar. Nuestra Luna tuvo un... inconveniente. Vamos.

Sin pensarlo, salgo del agua y me dejo llevar por el olor de ella. Ambos lo hacemos.

 Ambos lo hacemos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Zinerva: Legado de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora