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| Anakin |

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| Anakin |

— Todo estará bien, ya verás que pronto encontrarán algo que los guíe a ella — mi madre me entrega una taza de café, yo solo bebo un sorbo para no despreciarla. Cada vez que veo la comida se me viene una imagen de ella. Miro hacia el suelo para que no vea las ganas que tengo de llorar.

— Debí haber hecho algo, ese día tenía un presentimiento, debí haber encarado a nuestra bisabuela, pero en vez de eso me fui. Ella es la única que puede ayudarnos — me acomodo el cabello y siento como ella me abraza.

— No es tu culpa, nadie pudo haberlo imaginado... — la interrumpo.

— ¡Somos sus mates, sus compañeros y protectores! — ella se sobresalta — Si nosotros no podemos protegerla entonces, ¿quién lo hará?

— ¡Vuelve a levantarle la voz a tu madre y te quedas sin lengua! — siento un gran peso sobre mi espalda y nuca por la voz de mando de mi padre Garald. Solo un par de palabras más y estaría de rodillas.

— Lo siento — murmuro casi jadeando por el esfuerzo de no sucumbir y mostrarme sumiso.

De inmediato siento como todo el peso se va. Mi padre tiene razón, no debo pagar la rabia e impotencia que siento con otros. Esto es solo mi culpa, nadie debe sufrir por ello.

— No puedo asegurar o negar que su bisabuela tenga parte en esto, pero sí te puedo decir que ella los ama. Lo he visto en sus ojos, mira a su abuela de la misma forma en que mira a tus padres y a ustedes. A veces hay cosas que no podemos explicar. No creo que ella haga algo para dañarlos — miro a mi madre, lastimosamente no puedo creerle. Yo también siento afecto por mi bisabuela, pero se está perdiendo. Ella sabe que la necesitamos y lo único que hizo fue desaparecer.

— Como le dije a tu hermano, la magia que utilizaron es blanca, un hechizo de mediana dificultad. Ella nunca usaría ese tipo de hechizos porque es rastreable — aparece mi padre Marcio, está en el marco de la puerta que lleva al patio trasero.

— Ya es hora de que te vayas. Tu madre entrará en celo pronto, pero nosotros estaremos pendientes de ustedes — me asegura padre Garald.

Mi madre me abraza y yo hago lo mismo. No puedo evitar sentir una punzada de celos. Ellos están bien, con su compañera, y yo no sé si la mía ya comió, si tiene miedo, o si la están maltratando. Sé que físicamente no le han hecho nada porque lo sentiríamos aun cuando el vínculo es débil, pero solo sabríamos eso.

— ¡Ven a mi casa ahora! — apenas recibo el mensaje de Arman, beso a mi madre en la frente y me voy.

Llego en tiempo récord a la casa de Arman. Él está en la sala caminando en círculos. Yo me fijo en un papel que se está tardando en quemarse. Si Arman prendió la chimenea es porque recibió una carta del Concejo ya que no hace frío.

— ¿Qué pasa?

— Espera a que venga Antosha.

Ni siquiera me mira, sigue caminando. Yo me vuelvo a acomodar el cabello. Por suerte, Antosha no se tarda más de dos minutos en llegar. Me sorprendo cuando Arman le pide a Matvey que se retire. Este lo hace no muy conforme. Pocas veces, por no decir ninguna, excluimos a Matvey de nuestras conversaciones.

Zinerva: Legado de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora