Saga: Petrovic
Libro: 3
En un mundo donde el destino y la magia se entrelazan, Zinerva una lobita café sin manada, se ve envuelta en la profecía que predice una guerra descomunal liderada por cuatro Alfas Puros. Su simple atracción hacia estos cuatr...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
| Zinerva |
Miro al gran macho frente a mí, está enorme, pero tiene un pecho lindo, unos pectorales muy grandes, casi esponjosos.
—Los quiero morder — dice Accalia.
También tiene el cabello largo como Antosha, pero el suyo es más oscuro. No sé si está pelón a los lados, aunque sí tiene barba.
Él me sonríe, yo me alejo hasta que mi espalda choca contra la pared. Estoy en otra plataforma, pero esta huele a él, demasiado.
No es el mismo olor que ellos desprenden, ni siquiera es tan parecido, pero igual me atrae, me provoca curiosidad.
Él se termina de poner sus telas, me da la espalda y yo dudo, debería aprovechar para atacar. Se está agachando, gateo para acercarme a él.
—No lo quiero lastimar — mi loba chilla.
Yo la ignoro, mis garras salen. Cuando estoy en el borde, él se voltea y yo me congelo. Él alza una ceja y me mira.
—No te conviene jugar conmigo, musa — advierte.
Yo me siento y miro a otro lado, su sonrisa no me gusta. Quiero a mis Alfas, quiero sus besos, su comida, sus abrazos. No quiero estar en esta habitación que huele a él, quiero la mía.
—Colócate esto — no lo miro, pero siento que me coloca algo en frente—. No me hagas la ley del hielo — yo le doy la espalda—. Cachorra mimada — apenas lo dice, le gruño.
—No secuestrar entonces — él me mira.
—¿De dónde eres? — Yo lo vuelvo a ignorar—. ¿Cuándo llegaste? — Me tenso cuando él se acerca demasiado—. ¿Te quieres colocar esto? — Por primera vez lo miro.
Tiene un bonito vestido, es de color blanco. Con cautela lo toco, es muy suavecito, incluso brilla un poco. Sin pensarlo, lo tomo. Él no se enoja.
Me alejo y busco una puerta. Él también tiene costumbres humanas, así que debe tener alguna habitación para bañarse o guardar telas. Cuando estaba por ir hacia una de las puertas, él se pone en medio. Retrocedo de inmediato.
Voy hacia otra puerta y entro. Espero un poco para ver si él entra, pero no sucede. Me quito mi tela y la coloco con cuidado en el suelo. Observo la nueva tela blanca, hago un par de intentos antes de conseguir los lugares correctos donde meter mis extremidades. Salgo del lugar donde él guarda su tela.
—Te ves bellísima, musa — yo lo ignoro.
—Quiero Alfas — murmuro sin mirarlo. No parece un macho malo, pero no creo que sea manipulable.
—Yo soy uno — le gruño, pero me callo al escuchar que la puerta se abre—. Si vienes conmigo, podemos negociar — tiende su mano.
—No tocar yo — respondo de inmediato. Él deja de sonreír, pero asiente.