Saga: Petrovic
Libro: 3
En un mundo donde el destino y la magia se entrelazan, Zinerva una lobita café sin manada, se ve envuelta en la profecía que predice una guerra descomunal liderada por cuatro Alfas Puros. Su simple atracción hacia estos cuatr...
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| Arman |
Observo a mi mate, su pequeño cuerpo tembloroso en medio de mis hermanos. Me cuesta mantener a mi lobo a raya; también quería participar, pero no confío en nosotros en este momento. Pasar tanto tiempo lejos de ella nos dejó susceptibles a cualquier toque inocente.
Estar viéndola, oliendo sus fluidos, escuchando sus pequeños gemidos, ronroneos e incluso un par de chillidos ahogados fue lo más excitante de mi vida. Tanto que mi entrepierna duele.
—Señorito —murmura.
Antes de que pueda ser consciente, ya estoy frente a ella. Pestañea muy lento, y su pecho sube y baja con rapidez.
—Estoy aquí —ella agarra mi mano. Ni siquiera le molesta mi erección; si no hubiera reaccionado de forma inconsciente, intentaría disimularla—. ¿Qué pasa?
Antosha se quita de encima de ella; sabe que ya no debe avanzar más. Acaba de ser marcada y cualquier cosa que haga mermará más su energía. Ahora su cuerpo intenta asimilar la sangre que Anakin pasó a su organismo a través de los colmillos. Quito algunos mechones que se pegan a su frente, ya que comienza a sudar.
—¿Duermes conmigo?
Sin pensarlo, coloco mi mano en su espalda y la otra debajo de sus rodillas. Intento no respirar, y mi lobo colabora; simplemente se conforma con estar cargando a nuestra mate.
—¿Quieres que te limpie?
—No, quiero dormir con todos.
Esa parece ser la señal para que el petimetre actúe. Todo el tiempo se quedó parado observando lo que hacían; ahora se sube a la cama.
Me aseguro de colocar su pequeño cuerpo en la posición adecuada. La acuesto de lado para evitar que su nuca toque la almohada y pueda sanar a la perfección. Después la cubro con una sábana fina que el petimetre me da, pero ella se aferra a la manga de mi camisa.
—Ya no nos iremos. Estaremos tan pegados a ti como nos lo permitas —le aseguro y me acuesto frente a ella.
—Los extrañé mucho... —bosteza, y vuelvo a apartar el cabello de su rostro—. Aprendí muchas cosas. Te las mostraré todas. —Ella trata de luchar contra el sueño.
—¿Te gusta leer?
—Sí.
—Puedo mostrarte mi colección personal. Tengo una lista de libros que te pueden gustar. No te preocupes, no son de historia ni biología; es algo más divertido.
—Sí, quiero leer contigo, solo si me preparas comida antes. Alex no cocina tan bien y Tosha no le echa suficiente sal a la comida.
—Nunca me habían ofendido tanto —murmura el primero nombrado, y ella se ríe.
«No sabes cuánta falta me hiciste».
Quiero decirlo, pero las palabras no me salen, y cuando creo que ya tengo el valor para hacerlo, ella ya tiene los ojos cerrados y una respiración lenta pero continua.