Saga: Petrovic
Libro: 3
En un mundo donde el destino y la magia se entrelazan, Zinerva una lobita café sin manada, se ve envuelta en la profecía que predice una guerra descomunal liderada por cuatro Alfas Puros. Su simple atracción hacia estos cuatr...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
| Arman |
La observo, me quedé petrificado. Sé que no debería estar reaccionando de esta forma, mi mente no debería divagar en pensamientos impuros. Rápidamente recupero mi autocontrol y desvío la mirada, me acerco a ella con cuidado.
— ¿Me quieres ayudar a servir la comida? — no veo otra cosa que su rostro.
— Sí — susurra, no es muy comunicativa.
Camino hacia el mesón cerca de la cocina, asegurándome de que ella me siga. Cuando está a mi lado, le enseño cómo emplatar la comida y lo hace a la perfección. Al mismo tiempo, le digo los nombres de todo lo que utilizamos. Ella es muy inteligente, como una pequeña esponja que absorbe todo.
Yo entrego la comida a mis hermanos. No quiero obligarla a estar demasiado cerca. Sé que si la presiono demasiado, puede huir a su habitación. Cuando ya estamos todos sentados, ella empieza a comer utilizando el tenedor. Observa primero cómo lo hacemos nosotros y luego imita.
Toco mi cabello. Estoy sudando un poco. Es difícil comer con ella enfrente y es aún más difícil recordar que es inocente. Que no hace eso para provocarnos y que debemos mantener la cordura.
Ella se ríe cuando Anakin golpea a Antosha por mirar fijamente el pecho de nuestra mate. La risa nos toma desprevenidos a todos. Es contagiosa y terminamos riendo junto con ella.
— Ar... Arman — me atraganto con mi propia saliva al escuchar mi nombre salir de sus labios — comida — pide extendiendo su plato vacío.
De inmediato me levanto y lo agarro. Le sirvo su comida con la mayor delicadeza y atención posible para que se vea apetitosa. Se la entrego y ella me regala una bellísima sonrisa. Tengo la mandíbula tan apretada que podría estar a punto de romper mis dientes. Ella no entiende lo que me está provocando. Tengo que tomar todo mi autocontrol para volver a mi asiento y no quedar parado mirándola como un acosador.
Todos la vemos degustar su comida. Hace muecas de satisfacción graciosas mientras prueba sus alimentos como si fuera la primera vez, a pesar de que está repitiendo lo mismo. Es una criatura hermosa, no hay duda.
— Más — pide, volviendo a levantar su plato.
— No es saludable comer demasiado al mismo tiempo, pero podemos darte un postre pequeño — le digo algo inseguro. No quiero que se enoje o se ponga triste, pero debo cuidar lo que come y la cantidad.
— ¿Postre? — repite la palabra con el ceño fruncido.
— Se le dice postre a una pequeña comida generalmente dulce que viene después de la comida principal — explico.
— ¿Queres postre? — sus lindos ojos ámbar me escanean.
De inmediato me voy a la cocina y sirvo cuatro vasos llenos de helado orgánico bajo en azúcar sabor fresa. Decido picar pequeños trozos de fresa y chocolate para agregarle al de ella. Después se lo entrego junto con una cuchara. Ella lo mira no muy convencida, supongo por la consistencia y lo frío que está.