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Apenas la puerta se cierra, me empieza a caer la culpa. No quise hacerla sentir mal y mucho menos menospreciar todo el esfuerzo que ella hace para acoplarse a su nueva vida a nuestro lado. No soy un estúpido, valoro lo que hace, pero hace unos minutos no me supe explicar y dañé todo.

Es mi tesoro. Nunca haría algo consciente para lastimarla y mucho menos para hacerla explotar de esa manera.

Me suelto el cabello y comienzo a peinarme con los dedos. Ahora no sé qué hacer. Nunca tuve una pareja, nunca tuve ninguna relación amorosa con ninguna hembra. No sé cuál es el paso a seguir. Ni siquiera vi a mis padres discutir: son muy buenos en ocultar sus problemas. Solo sabía que estaban peleados cuando mamá no dejaba que la besaran o abrazaran.

Salgo de la casa y me transformo. Tal vez no sepa qué hacer para arreglar lo que hice, pero no me voy a quedar solo en la casa hasta que alguno de los dos decida regresar. Me pone ansioso estar solo, más cuando sé que hice algo mal. Tampoco voy a llamar a mis hermanos para que me regañen. Tal vez sería una buena idea recibir consejo de alguien, pero ahora solo quiero estar cerca de ella.

Mientras camino, me dejo guiar por su rico aroma. Ella no lo oculta. Sé que dijo que quería estar sola, pero no pienso molestarla; solo quiero verla, así sea de lejos.

—Ella necesita espacio —dice Vovk, mi lobo.

—Se lo daremos. Si ella no se da cuenta, es como si nunca hubiéramos estado cerca.

Él no responde. No está de acuerdo con lo que hago, pero, al igual que yo, necesita estar cerca de su mate, en especial de la loba de mi tesoro. Aunque no lo diga, sé que su loba mantiene conversaciones largas con nuestros lobos. Ellos son un tema complejo. Los lobos son nuestro enlace con nuestra parte animal, pero también son seres que, aunque estén en nuestro cuerpo, tienen algo de magia. Es extraño, pero es la forma más fácil de explicarlo. Tienen instintos y saben cosas que nosotros, como parte humana, desconocemos o ignoramos.

Corro escabulléndome entre los árboles. Tengo que admitir que esta manada tiene un bosque muy frondoso. Ya había explorado todo el lugar, pero sigo sorprendiéndome con la cantidad de árboles que hay. Cuando estoy a unas 21 yardas de ella, me aseguro de esconderme bien. Entre las sombras mi pelaje se ve negro, lo que me facilita camuflarme, pero tengo cuidado con las hojas secas y ramas.

Ella está despedazando un venado. Sus lindos rulitos están llenos de sangre, y sus hermosos dientes mastican sin piedad cada parte del animal. Solo me acuesto, observándola atento. Ella no deja de mirar a su alrededor mientras come. No puedo creer que piense que alguien puede atacarla aquí. Desde que salió de la casa, tiene varios lobos protegiéndola. Si alguien intentara hacer algo, no estaría ni a media milla cerca de ella.

Muevo mi cola de forma inconsciente. Tengo que tener cuidado de no mover algún arbusto o tocar el suelo con ella. Es difícil controlar un impulso tan simple como este. Incluso mastica y traga con facilidad los huesos del animal. La única pista de lo que pasó es el charco de sangre, pero eso no dura mucho, ya que ella comienza a lamer el suelo y después, con sus patas traseras, saca tierra para cubrir el resto de la sangre.

Horas después, el sol se fue por completo, pero lo que me preocupa es no ver las estrellas. En cualquier momento va a llover, y ella no parece interesada en volver a la casa ni buscar algún refugio.

—Te siento inquieto, Vovk.

—Su loba descubrió hace rato que la seguimos —juro que la presión se me debe haber bajado—. Tranquilo, yo la convencí de no decirle nada. Prometí que nos mantendríamos a una distancia decente. Ella manipula sus sentidos para evitar que nos detecte, pero igual corremos peligro. Si se llega a enterar, no solo nosotros estaremos en problemas.

Zinerva: Legado de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora