Prólogo

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Era una de esas noches frescas de verano. La contaminación lumínica ocultaba cualquier estrella que se pudiera atisbar en el cielo y a cambio solo dejaban sombras a su alrededor. En concreto tres que se movían con pasmosa naturalidad por los tejados de Valencia. Saltaban, no, más bien volaban de uno a otro. Siluetas negras sin buenas intenciones adentrándose en un barrio residencial a las afueras. Pesadillas infantiles que se volvían un poco más reales. Especialmente para alguien a quien observaban desde el tejado opuesto de su casa.

- ¿Lo llevas todo Evis? - preguntó una de las figuras.

- Sí, ni siquiera nos hemos dejado tus preguntas estúpidas. - respondió con acritud la tal Evis.

- Qué valiente te sientes en este planeta eh. - respondió el primero.

- Estoy seguro de que ayuda y mucho que, no la puedas calcinar Aiax. - intervino el tercero en discordia.

- ¿Por qué? ¿Por lo que ha dicho Asmodeo? Por favor, no me hagáis reír. La mataré igualmente, nunca se me ha dado bien el autocontrol. Pero primero tenemos que coger a la chica. Es una imprudente como tú Evis, duerme con la ventana abierta. - dijo el que llamaban Aiax

- ¿Desde cuándo nos detienen a nosotros unas ventanas? - inquirió Evis

- Oh, no hablo por nosotros, solo me sorprende que, no le hayan quitado ya su ridícula vida mortinata. - le respondió Aiax.

- ¿Y quién te dice que sigue viva? - preguntó el otro hombre.

- Noto su pulso desde aquí. Venga vamos. - zanjo Aiax.

Las sombras negras se movieron de nuevo, saltando de una, a la pared del quinto piso, del número doce de Poeta Artola. No tenían más agarre que sus uñas afiladas, pero estas fueron suficiente para perforar el ladrillo y quedarse colgando de ellas. Evidentemente eran forasteros, en un mundo que no esperaba criaturas capaces de tal cosa.

El chirrido de las uñas rascando la pared despertó a la muchacha cuyo corazón se aceleró. Estando ella indefensa, optó por fingir que todavía soñaba, con la esperanza de que no hubiera sido nada. Sin embargo, era algo, los sonidos se lo confirmaban, eran golpes secos y sutiles, impropios de una noche de agosto como esa.

Abrió los ojos de golpe. Se levantó corriendo hacia la cocina, ignorando cualquiera de las recomendaciones que, la policía solía hacer. Tomó uno de los cuchillos afilados que colgaban de la barra imantada sobre la encimera. Dispuesta a enfrentarse con quien fuera el intruso.

Su mente no concebía más allá de la posibilidad de que fuera un ladrón, ojalá lo hubiera sido. Esos seres pretendían robar, eso era cierto, pero no eran objetos lo que buscaban, era una persona. Era a ella.

La chica que, ahora estaba armada comenzó a buscar por la casa el origen de los ruidos, hasta volver a su habitación, donde los había oído por primera vez. Y en cuanto estuvo dentro de ella, la cogieron en un solo movimiento sincronizado. Una bolsa que le corto la respiración y le impidió gritar en la cabeza, unas garras sujetando sus muñecas y otras sus pies. De nada sirvió el cuchillo. Ella quería gritar, pero la voz simplemente no salía. Aquel era el fin, en realidad su fin.

Entonces la puerta del dormitorio se abrió. Ante los ojos de los tres captores apareció una quinta figura, a esta se la distinguía perfectamente y ellos sabían de quién se trataba. Era Yulian Evergray, Guardián del Laberinto, uno de los más poderosos Soulhunters. Ni siquiera necesitaban conocer sus facciones para saberlo, solo él se habría atrevido a enfrentarse así a tres demonios. Pero ¿por qué arriesgarse por una mortinata?

Sus ojos brillaban como el filo de un cuchillo, con destellos amenazantes para cualquiera que osara mirarlos. Eran azules, no como el mar, sino como el hielo, como el cristal. Eran inhumanos, sin embargo, por todo lo demás él parecía una persona. Clavó esos ojos en las tres sombras, sin titubear, y estos se dividieron.

Uno de ellos se mantuvo sujetando a la muchacha, lo que propició que la bolsa se aflojara lo suficiente para que ella pudiera aspirar algo de aire de nuevo, e invocara gritos sordos. Los otros dos se enfrentaron al Soulhunter, sacando en un instante las armas que colgaban de sus espaldas.

Él hizo los gestos pertinentes con una velocidad asombrosa. Antes de que estos pudieran reaccionar el agua del vaso que había sobre la mesita de noche salió despedida. Flotando sobre la habitación mientras los demonios aguardaban en posición de defensa con sus catanas. La masa de agua que flotaba en el aire se fue expandiendo, hasta convertirse en una enorme serpiente de agua que se deslizaba por el aire.

Los demonios no tenían mucho que hacer contra ella. Sus armas la cortaban pero esta se reagrupaba fácilmente, dando vueltas entorno a ellos. Aproximándose a sus cuellos, pese a sus reticencias. Finalmente se enroscó con éxito sobre el cuello de uno de ellos, haciendo que se ahogara de la misma forma en la que lo había hecho la chica minutos antes. Él otro viendo el inevitable destino que lo aguardaba saltó por la ventana. Dejando vendido a su compañera que retenía a la chica.

De ella, se encargó el propio Yulian. Extrajo la espada de su saya y con un corte limpio rebanó la garra que sujetaba el tobillo de la chica. La demonio miró confusa a los lados tratando de analizar la situación, pero no tuvo mucho tiempo para pensar porque Yulian atestó un segundo golpe que, ella logró esquivar. Para ello tuvo que levantarse de la cama y liberar por completo a la chica que, yacía desmayada por la falta de oxígeno.

La pelea con espadas entre el Soulhunter y la demonio, pareció a primera vista más justa. Los golpes de ambos eran precisos, al igual que sus posturas defensivas, lo que estaba alargando la pelea. Sus espadas chocaban, llenando la habitación con el sonido metálico de su enfrentamiento.

El Soulhunter, con los músculos tensos y la mente enfocada, esquivaba los rápidos golpes del demonio con movimientos ágiles y calculados. Su espada, reluciente bajo la débil luz, trazaba un arco plateado en el aire mientras bloqueaba cada embate del enemigo.

La demonio, con una risa cruel, aumentaba la intensidad de sus ataques, buscando aprovechar cualquier apertura en la defensa del Soulhunter. Sin embargo, este se mantenía firme, su determinación igualando la ferocidad de su oponente. El combate continuaba, cada golpe con el potencial de decidir el destino de la batalla.

Eso fue así hasta que Yulian logró atestarle un golpe en las costillas, del cual broto un río infinito de sangre negra. Eso fue suficiente, a una velocidad sobrenatural, la demonio se desplazó saltando por la ventana y dejando a una chica aterrorizada con un Soulhunter decepcionado.

- Siempre tan cobardes. - le dijo él a ella.

El Laberinto de AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora