Capítulo 10

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El crujido de las baldas de madera de los escalones me despertó. Alguien subía hacia a la habitación. Tarde unos segundos en darme cuenta de que yo se suponía no debería estar ahí. Esa era ahora la habitación de Yulian. Y lo que era peor su brazo me rodeaba la cintura, y sentía su respiración pausada sobre mi cuello. Estaba acurrucado sobre mí, de la forma más tierna que pudiera imaginar, pero debía romper ese maravilloso instante antes de que quien fuera que se aproximara nos encontrara.

Con toda la delicadeza de la que fui capaz, aparté su brazo, y él gruñó por toda respuesta. Me incorporé justo a tiempo para ver como se abría la puerta. Ante mí apareció Sora. Con el aspecto de una persona dispuesta a asesinar a otra, que era el que solía tener, al menos en mi presencia.

- ¿Ya estás aquí? ¿No te cansas? Pareces un cachorrito abandonado.

No respondí. No se lo merecía.

- ¿Qué tal ha pasado la noche? – inquirió – Oh vamos, no me mires así. Sé que te pases el día en ese maldito sillón.

- Bien, creo que está mejor. Ayer se despertó.

- Eso es bueno, significa que su alma se está recuperando.

- ¿Recuperando?

- ¿Qué creías que le había pasado? Cuando un Soulhunter agota el poder que le han prestado tiene dos opciones, abusar de esas almas, y llevárselo todo, o extraerlo de su propia alma. Ambas son muy malas opciones. Por eso no me canso de decirle a mi hijo que limite su poder, y él no se cansa de decepcionarme.

- ¿Y tú no te cansas de hablar siempre tan mal de él? – le pregunté.

- Ja. Lo que me faltaba por oír. Tú precisamente lo vas a defender. A ti que te trajo aquí para luego dejarte a tu suerte. Eres más idiota de lo que creía.

- Puede ser. Pero por lo menos, no soy cruel.

- Te queda mucha vida Casilda, para convertirte en eso que más temes. Yo no siempre fui así.

- Ya basta madre... - intervino Yulian.

- Bien, estás despierto. Tienes una carta del consejo. – le dijo entregándole un sobre.

Me pareció que lo correcto era dejarlos a solas, así que tras dedicarle una breve mirada de apoyo a Yulian me marché de vuelta a lo que se consideraba mi nuevo dormitorio.

Una vez allí me tumbé sobre la cama y traté de recordar. Traté de volver a sentir como era tener su mejilla suave apoyada en mi hombro, su aliento sobre mi clavícula, su calor tan próximo. No había ocurrido absolutamente nada más, solo dos personas durmiendo y sin embargo había sido tan íntimo.

Me había acostado con chicos antes, con los que había mantenido relaciones sexuales, y nunca me había sentido tan conectada con nadie como durmiendo con Yulian. Había sido algo diferente. Busqué su olor inútilmente en mi ropa, y traté de trasladarme a ese momento, pero fue inútil. Especialmente porque Pyron decidió entrometerse en mi ensoñación.

- Tanto preocuparte por Yulian y ni una palabra para mí.

- ¡Pyron! – exclamé. – Estás bien.

- Uno pensaría, que por lo menos te preocuparías por el hecho de tener la habitación caldeada, pero ni por esas. No te he visto mirar hacia la chimenea ni una sola vez.

- Eso no es verdad.

- De refilón no cuenta.

- Me alegra verte vivo Pyron.

El Laberinto de AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora