Fue un beso suave, dulce, lleno de cariño. Decía tantas veces gracias, como la forma en la que me daba breves besos. Lo sabía por la manera en que sostenía con ternura mi rostro entre sus dedos mientras lo hacía. Su aliento recorría mi cuello mientras continuaba con sus besos. Que se iban abriendo camino desde mi mandíbula hasta mi escote.
- Yulian... - fue todo lo que alcancé a decir.
- Artemisa me has salvado la vida. Dejame que te lo agradezca.
Estábamos en medio del bosque que rodeaba Soulhaven. Lejos del Portal, pero todavía apartados del camino. En medio de un precioso claro que parecía haberse abierto solo para nosotros. La luz del amanecer empezaba a abrirse paso en medio de la noche estrellada, siempre un poco más larga en la ciudad de las almas.
Y frente a mí el rostro más perfecto que podría haber existido nunca. Con sus glaciales ojos azules y su marcada mandíbula, el rostro más feroz y atractivo que se pudiera imaginar. Sin embargo, él no era una ensoñación, era real, y me besaba a mí. Me deseaba a mí. Estaba en deuda conmigo. Se postraba ante mí.
Mi mente no podía ir a ningún otro lugar que no fuera el afán por devorarlo a él también, pero no con la dulzura con la que él se adentraba en mi cuerpo. Yo estaba desesperada, lo quería con violencia, con pasión, con una fuerza incalculable que brotaba en mi interior.
Decidí dejarme llevar por mis instintos y lo detuve, con las manos. Obligándole a alzar la cabeza desde mi pecho y posicionarlo justo en frente de mí. Él me miró con extrañeza, pero no dijo nada. Entonces fui yo la que lo besé a él, me abrí paso por su boca y su lengua acariciándola y retorciéndola sin piedad. Y él lo entendió todo.
De pronto, toda esa dulzura desapareció de su tacto, y me cogió con vehemencia como aquella primera vez que me había besado. Succionando mis labios y cada esquina de mi cuerpo como si fuera su último cometido en vida. Lamiendo cada esquina de mí, dándome placer con cada caricia, volviéndome loca sin darme nada en realidad. Engañándome una y otra vez, haciéndome creer que llegaríamos a alguna parte y luego retrocediendo el camino andado. Aumentando en mí esa desesperación.
- Te quiero Artemisa. –dijo antes de cogerme por la nuca y tumbarme sobre la hierba fresca.
No me dio tiempo a responderle, porque al siguiente instante me besaba de nuevo, haciendo que yo me deshiciera poco a poco allí mismo. Con sorprendente habilidad comenzó a desatar la lazada que mantenía mis pantalones de cuero negros sujetos a mi cintura. Y con un simple roce de sus dedos estos bajaron hasta mis tobillos.
Un débil gemido fue todo lo que pude procurarle cuando él descendió con sus besos hasta mi humedad y comenzó a besarla también. Lo hizo con delicadeza y suavidad, como una caricia que proporciona un placer desmedido, pero sin ser más que eso y entonces conforme mi excitación aumentaba y mi respiración se agitaba también lo hizo la intensidad de sus besos. Estos pronto pasaron a intercalarse con su lengua que replicaba las caricias que sus dedos profesaban en mis muslos. Y yo sentía que estaba enloqueciendo. Nunca había sentido nada igual.
- Yulian por favor – le supliqué mientras me estremecía sobre el verde lecho del bosque.
Él hizo caso omiso a mis súplicas y prosiguió, haciendo que el calor que se generaba en mi interior se arremolinara entorno a sus labios, allí donde nunca había estado nadie. Haciendo que me deshiciera en débiles oleadas de placer, que de tornaron en intensas oleadas, cuando aumento el ritmo. Y justo cuando creía que no podría aguantar más, entonces, introdujo sus dedos en mi interior, haciendo que el placer más intenso que jamás había conocido me opacase por completo.
Mi mundo entero se cegó entonces, y permanecí así en la penumbra más luminosa durante instantes infinitos, hasta que finalmente me atreví a abrir los ojos y vi el rostro de Yulian entre mis piernas. Sonriendo como un niño pequeño satisfecho de haber ganado a algún juego.
- Yulian. – balbuceé ... - esto ha sido increíble.
- Solo acabamos de empezar Artemisa.
Lo miré con incredulidad. En qué momento habíamos pasado de no poder siquiera besarnos a ahora hacer todas aquellas cosas increíbles, cosas con las que yo tan solo podía soñar. Cosas que nunca antes había hecho, aunque él no lo supiera.
Pero entonces me di cuenta de que a mi alrededor seguían estando las mismas esferas negras de antes, solo que al igual que el portal parecían más estables, algo estaba cambiando, yo lo estaba haciendo. Pero en ese momento no sabía por qué y no me importó. Por fin podía tener a Yulian para mí. Y pensaba aprovecharlo.
- La materia oscura... - le dije.
- Me da igual que arda el mundo Artemisa. Ya he esperado suficiente. Y tú te mereces todo lo que pueda darte.
- Yulian... hay una cosa más.
- ¿Es que acaso no estás disfrutando?
- No es eso.
- ¿Entonces?
- Soy virgen Yulian.
- ¿Eso es un problema para ti? ¿Deseas preservarte para un momento especial?
Negué con la cabeza, ese era mi momento especial. Mucho más que cualquier cosa que pudiera haber imaginado o soñado jamás.
- ¿Crees acaso que es importante para mí?
Esta vez asentí.
- No entiendes nada entonces. No hay ser sobre cualquier mundo y sus dimensiones al que pueda desear más que a ti Casilda Ziriari. Quiero que tú estes bien. Eso es todo lo que es importante para mí. Con o sin sexo. Aunque mejor con sexo. Porque te deseo. Creo que eso ya lo he dicho.
La sonrisa más tonta se dibujo en mi rostro y aún con los pantalones bajados me acerqué para darle un beso apasionado, lleno de palabras que quería compartir con él y no sabía como explicar. Él no pudo evitar reírse ante mi reacción, pero supe que cada una de las palabras que había dicho las sentía de todo corazón.
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El Laberinto de Almas
FantasyUnas pruebas mortales transcurren en el Laberinto de Almas. Allí Casilda deberá demostrar que tiene lo que hay que tener para convertirse en Guardiana. Pero antes de eso, deberá descubrir qué clase de Soulhunter es ella y los intrincados secretos qu...