Capítulo 15

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El baile de debutantes se realizaba en la casa del jefe del Consejo de Almas. En este caso, en la de Damon Aldengar. No se parecía en nada al resto de construcciones de Soulhaven. Era un palacio hecho intrínsecamente de cristal transparente. La razón, para que todos pudieran ver lo que allí ocurría, quien entraba, salía y nadie pudiera sospechar de la honradez de su líder. A mí personalmente me recordaba a un cruento castillo de hielo.

A través del que se veía toda la ciudad, y pensé que era al revés, no era él, el vigilado, sino quien supervisaba la ciudad entera desde su fortaleza. Era frío sí, y aséptico, pero hermoso a su manera. Especialmente durante la noche cuando los techos abovedados, se convertían en meros retransmisores del precioso cielo estrellado que iluminaba la instancia, junto con las bolas de fuego que flotaban alrededor de nosotros. Estas, además, marcaban camino hasta el salón de baile.

Unas inmensas puertas dobles, abiertas y custodiadas por dos guardias vestidos de blanco, daban acceso al salón. Era sin duda la parte más lujosa de la casa, con arcos de medio punto sosteniendo el techo y multitud de figuras de cristal decorando cada esquina, columna, o intersección de la estancia. Estas representaban personas, ángeles, demonios, elementales y criaturas que no hallaba a descifrar.

La gente no bailaba pese al nombre que se daba al evento. Estaban reunidos en grupos, repartidos por el salón charlando animadamente, y luciendo sus vestidos imposibles. Chiara se unió rápidamente a uno de esos grupos donde Roselyn, Daniela, Sebastian y un cuarto chico conversaban. Y yo me quedé allí en medio parada, entre Yulian y Sora. Que tras una breve disculpa también acabaron por disiparse, dejándome sola una vez más.

Eché en falta a Pyron, que no tenía permiso para acudir. Él siempre era buena compañía. Me planteé esconderme en alguna esquina, o tal vez unirme al grupo de Chiara, pero me dio reparo no haber sido invitada. Estaba inmóvil, cuando alguien se acercó a mí. Lo reconocí de inmediato, era uno de los que me habían torturado la primera vez que había acudido al Laberinto, o al menos el que no había hecho nada mientras la chica lo hacía.

- A Mica no le hará ninguna gracia ver que la han superado.

- No esperarás que me dé pena.

- ¿Por qué no te defendiste aspirante? Me lo llevo preguntando desde aquel día.

- No es de tu incumbencia.

- No lo es, pero despiertas mi curiosidad. ¿Cuál es tu forma?

- Eso no te lo puedo decir.

- Te gusta ser un misterio eh. No importa, no tardaremos en averiguarlo, quedan menos de seis meses para las pruebas.

- A lo mejor, ni entonces lo averiguas.

- ¿Es que no lo sabes? Es parte del rito del juramento, tienes que elaborar una forma que te represente.

- ¿Y cuál será la tuya?

El joven sonrió y entonces sus ojos marrones se tornaron negros. Un mundo nuevo se abrió ante mí en un instante. Era un precioso jardín con todas las tonalidades de verdes, y más clases de flores de las que podría contar. Hortensias, lirios, rosas, azucenas, todas ellas expuestas con la más suma elegancia. En el centro había un estanque del que empezó a emerger agua bailando al ritmo de la sinfonía del jardín. Era una visión simplemente magnífica.

- Vaya. – murmuré.

- Me alegra que te guste mi tarjeta de presentación. Y algo me dice que la tuya estará a la altura aspirante.

El Laberinto de AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora