Capítulo 24

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Ni Yulian, ni yo tuvimos tiempo para inspeccionar que había más allá del portal, porque al igual que había ocurrido con las esferas en la habitación de Yulian, al besarnos, el agujero negro empezó a absorber todo cuanto había a su alrededor. Arrastrándonos a Yulian y a mí por poco con ello.

- Artemisa, sea lo que sea lo que te está cabreando más vale que dejes de pensar en ello. – gritó Yulian en medio del torbellino que nos rodeaba.

Las briznas de hierba nos golpeaban con vehemencia volando en el aire mientras trataban de abrirse paso hacia el agujero negro. El ruido era atroz y temí que nos fuéramos con él. Por suerte, estábamos lo suficientemente lejos, y la inercia del agujero no era tanta.

- ¡Casilda! – exclamó de nuevo Yulian, mucho más serio que la primera vez.

Sin embargo, yo no podía hacer nada. Mis emociones tenían el control completo de mi cuerpo. Y ya no era alegría lo que sentía, era un pánico aterrador. Miedo de llevarme por delante a Yulian, y a Almafera entera con mi poder. Me pregunté qué ocurriría si yo me iba con ellos ¿se cerraría finalmente el agujero? ¿o persistiría hasta acabar con todo el universo? Todo lo que amaba se iría, y sería mi culpa.

La atracción del agujero era cada vez mayor y ahora podía sentir como nos arrastraba a Yulian y a mí. Que avanzábamos inevitablemente junto con las rocas y la hierba que sobrevolaba nuestras cabezas.

- Casilda. – dijo Yulian una tercera vez. Y en esta ocasión fue un murmullo sobre mi oreja.

Yulian se había tumbado sobre mí, haciéndome caer al suelo, donde teníamos más agarre y nos arrastrábamos más lento hacia el agujero. Él me protegía con su cuerpo de nuestro inevitable destino. Él se iría primero, fue todo lo que logré pensar. Y ese horrible pensamiento fue suficiente para que dejara de bloquearme y empezara a escuchar lo que Yulian me estaba diciendo.

- Todo va a ir bien ¿me oyes Artemisa? Ya averiguaremos como salir de allí. No pasa nada. Estoy contigo. Estamos juntos en esto. Sabíamos que era un riesgo. Por eso hemos venido aquí. No hay nada que ese maldito agujero se pueda llevar. Nada importante al menos. Solo tú y yo.

- Yulian. – respondí al fin.

Llevaba hablándome desde que se había formado el agujero, pero estaba tan aterrada que había sido incapaz de escucharle. En el momento que lo hice, mi miedo disminuyó un poco, y con él la fuerza del agujero.

- Bien Artemisa. – dijo él.

Me concentré en su voz, en su calidez, en el peso de su cuerpo contra el mío, en la seguridad que me aportaban sus brazos rodeándome, en su olor a sándalo y especias. Y de manera paulatina, la ansiedad que dominaba en mi pecho se fue atenuando, haciendo que dejáramos de movernos hacia el agujero.

- Sigue así. – me dijo Yulian. – Sea lo que sea en lo que estás pensando, concéntrate en eso.

Una arrolladora sensación de seguridad me invadió tan pronto como dijo eso. No sé como ocurrió, pero así fue. Y tan pronto como me sentí a salvo, el agujero se cerró. Dejando a nuestro alrededor un valle yermo, sin una pizca de hierba y un riachuelo seco.

Sentí una tremenda pena al ver el destrozo que había causado, y solo atisbé a decir:

- Lo siento.

- Eso ha sido impresionante. Pero tendremos que aprender a controlarlo Artemisa. – dijo Yulian al tiempo que se incorporaba.

Y con sus palabras aplacó un poco mi tristeza.

El Laberinto de AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora